No me tengo. Lo decíamos al regresar de las excursiones aquellas por el campo. De visitar cuevas, cataratas, «píndias» cumbres, y recovecos del bosque. En aquel ayer de cantares inocentes, y picantes y retorcidos acertijos que solo los torpes entendían como cuentos. Pero la moda ha vuelto, los excursionistas somos los mismo, pero con más años. Y, claro, se producen accidentes. Más de cuatro muertos enriscados este verano, todos de más de 70 años. Se conoce que los músculos van cediendo, pero el entusiasmo continúa. Y eso es bueno.
En cambio, los forasteros, se dan más a los baños de bosque. Hasta hay un campeonato del mundo de abrazadores de árboles. En Finlandia, naturalmente. Se llama World Hapiness Report, o alago así. Pero nosotros a eso no entramos. No nos tenemos. Apenas nos quedan fuerzas para hacer de «abraza farolas» , después de tanto tiempo enriscados en los bares del Húmedo, y con tanta oferta de bebida fresca como abunda en este tiempo de banalidad y descanso.
A lo que no faltamos nunca, al menos los de mi pueblo, es a «la suerte de la leña» que es cuando el alcalde pedáneo reúne al personal y se sortean los árboles del monte que cada cual tendrá derecho a convertir en fuego de sus hogares, cuando llegue el invierno. En Oceja de Valdellorma se especifica bien en la convocatoria que será una por vecino, y para que se queme en el pueblo. No vale, pues, llevársela los hijos o los nietos que viven en dios sabe donde, en Bilbao, o Barcelona. Que se calienten como puedan. Para eso tienen más que los demás, y se avergüenzan de hablar para que se les entienda.
No me tengo. Al cronista le hicieron un homenaje los de su pueblo, los discípulos del Padre Isla, su paisano, en las escuelas en las que le enseñó a leer y a escribir Don Marcos, un maestro que era de Pallidde, de allí cerca. Y, aunque no le dejaron hablar los organizadores (e hicieron bien porque había gente más importante en el acto) no soltó ni una lágrima que hubiera sido lo correcto. Y es que, aunque viejo y perdido, no se ha enriscado aún es capaz de aguantar media docena de «gintonics,· siempre que sea en compañía de los amigos y en el bar de Natalia Ferreras, la hija de Manolo, y sobrina de Luis Ferreras, aquel genio que les preguntaba a los veraneantes madrileños cuando llegaban en Julio: ¿Tú, cuando llegaste, ya estabas aquí, o viniste después?
Enriscados, sí; abrazafarolas, también. Los árboles que los abracen otros. Los homenajes, para los héroes.