Que vivimos en un mundo caótico y que atravesamos un tiempo en el que reinan la agitación y la incertidumbre es poco decir, quedarse demasiado corto.
Europa observa con preocupación los primeros movimientos del recién estrenado mandatario de Estados Unidos.
Entre otras consecuencias, queda por comprobar cómo van a influir sus acciones en la guerra entre Rusia y Ucrania. Y en el devenir del conflicto entre Israel y Hamás, ahora en tregua. Ya son varias las voces que coinciden en la necesidad de que Europa debe invertir más en armamento y en defensa. Desde luego que escuchar esto no invita a la tranquilidad.
Pero no hace falta salir de España para notar el azote de un temporal.
La borrasca Herminia atraviesa el país y lo tiñe de amarillo, naranja y rojo con las alertas de diferente nivel por vientos, lluvia, oleaje o nieve según la zona.
Por otro lado, el pasado viernes se desató otra tempestad. En este caso no se trata de un fenómeno meteorológico. Me refiero al decreto ómnibus rechazado tras la votación en el congreso.
Este decreto contiene medidas tan relevantes como la subida de las pensiones, el bono eléctrico, los descuentos en el transporte, las ayudas para damnificados por la Dana…
El problema está en que, al parecer, se trata de un pack que también incluye otras condiciones que no son del agrado de los partidos que votaron en contra.
Por supuesto que los más afectados son los más vulnerables. Esos millones de personas que dependen de la aprobación de esas ayudas o aumentos a la hora de comer o vivir dignamente. No es justo que se pongan en juego, bajo ningún concepto, sus derechos básicos.
Para sorpresa de nadie, nuestros políticos son incapaces de dejar de mirar su propio ombligo y pensar en los ciudadanos. Aquellos que han sido elegidos para velar por nuestros intereses y los que aspiran a ser elegidos actúan por igual.
Poca confianza merecen a la vista de que cuando ellos toman una decisión los perjudicados somos el resto.
Reunión de pastores, oveja muerta.