Cerca ya de las Navidades se nos echa encima la primera oleada de exámenes del curso. Evaluaciones en la ESO y Bachillerato y parciales o asignaturas trimestrales en la Universidad, cuyo resultado, si no es todo lo positivo que cabría esperar, puede remontarse durante el curso, pero que no por ello dejarán de provocar en los estudiantes el lógico temor y los habituales atracones de letra impresa. O así debería ser.
Digo debería, porque para algunos docentes, detractores del mérito y del esfuerzo, y promotores incondicionales de la mediocridad que se ha instalado en nuestro sistema educativo, lo importante es que los chicos no se estresen, lo de aprobar o suspender es lo de menos –total se pasa de curso igualmente–.
Vean si no cómo terminaba la nota que un profesor de secundaria remitió a los padres antes de los exámenes finales del curso pasado, y que circuló abundantemente por las redes sociales: «Si su hijo o su hija saca buenas notas, ¡Genial! Pero si no lo hace… Por favor no le quite la dignidad ni la confianza en sí mismo. Dígale que no pasa nada ¡Es sólo un examen!»
El argumento que sustenta el consejo del alegre profesor es que entre los alumnos habrá un futuro emprendedor al que no le importen la historia o la literatura, un artista que no necesite saber matemáticas, o un atleta que podrá triunfar sin entender química.
Todo un elogio de la burricie. Andar por la vida sin una mínima base cultural, sea uno emprendedor, artista o atleta, debería ser algo reprochable, particularmente para quien se dedica a la enseñanza. Ello al margen, lo cierto es que una sociedad sana, en efecto, no debe conformarse con enseñar a los alumnos simples asignaturas, sino especialmente valores, y entre ellos el del esfuerzo y la autosuperación. ¿Cómo aprenderá a afrontar las dificultades alguien a quien se priva de la satisfacción de superar por sus propios medios, sin trampas ni subterfugios, una asignatura que se le ha atravesado?
Cada vez oigo con más frecuencia que se presentan a las entrevistas de trabajo jóvenes sin experiencia alguna que empiezan por exigir el horario de mañanas o el teletrabajo, antes de preguntarse si están en condiciones de aportar algo a la empresa a la que solicitan trabajo. Agradezcámoselo a sus profesores.