Imagen Juan María García Campal

Esas pequeñas cosas

05/03/2025
 Actualizado a 05/03/2025
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Amanece. Ya en la calle, y aun la grisura invernal, uno nota cómo crece el alegre guirigay con que los gorriones, camuflados o refugiados entre los muchos cableados que recorren las urbanas fachadas, parecen celebrar el gradual madrugar de los días y le agradece a la vida que también a estos pequeños seres les haya dado billete de ida y vuelta. A mayores descubres unas nuevas yemas en un árbol aún radiografía de sí mismo y un poco más allá, en un recoleto patio, un pruno que ya ha comenzado a florecer.

Mediodía. Regreso a casa y ante la falta del habitual recibimiento felino, busco y contemplo a mi gata, cada día menos La Maga y más Maga, aun sus trienios de aguante de este escribidor en grado de aprendiz, dormida, abandonada a sus ensoñaciones, diríase tan sólo piel carente de osamenta, confianza total y me enternezco aun el estar y ser del mundo, mejor, de sus habitantes cada día más humanoides o inhumanos que humanos. Respeto su sueño y dejo que me invada la memoria de otras ternuras caseras, perdón, hogareñas de su, ya ausente, compañero Jotacé y, cómo no, de los muchos perros que mi vida han enriquecido y, pensándolo bien, humanizado.

Pero ha de estar uno bien informado y, entonces, comete el mañanero error de adentrarse en la dislocada realidad que algunos seres humanos vienen conformando y, aun despreciando las humillantes chulerías del truhan o Trump y su meritorio segundón James David Vance hacia un jefe de un Estado pequeño en defensiva guerra contra otro mucho mayor y poderoso, no puede uno por menos que ver cómo el mundo se va pareciendo a un patio de colegio con sus abusones desplegando en él sus abusadores porque sí. Todo parece justificarlo hoy el viejo Dios don Dinero. Pobre del pobre y aún más del débil. Por razones económicas, vemos cómo muchos llegan a comprender lo incomprensible, mejor, a justificar lo injustificable, enterrando bajo divinas sinrazones las que por siglos la cultura de la razón y el humanismo nos llevan a despreciar y no aceptar pues aún alejarían mucho más el mundo real del ideal que tantos día a día procuramos conformar.

Y mientras, vemos cómo hay quién se enamora de una voz hecha a medida de la necesidad inmediata; quién niega la natural razón de la muerte queriendo la vida eterna. ¿Cómo podrá gozar quien no admite el humano sufrimiento? A mí, por favor, déjenme sobrellevar días y vida a través de esas pequeñas cosas: minutos de luz, gorriones, yemas, flores, miradas, sonrisas, una gata, un perro, un amor. Vida, humana vida.

¡Salud!, y buena semana hagamos.

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