Rosa Román

La España evaporada

09/02/2024
 Actualizado a 09/02/2024
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Cuando la vida abofetea sin piedad y todos los planes se desbaratan, algunos encuentran la solución en esfumarse. A estas situaciones los japoneses le ponen mucho arte y hasta un nombre: Johatsu, es decir ‘personas evaporadas’. 

¿En qué consiste esto de evaporarse? Veamos. Léna Mauger y Stéphane Remael recorrieron Japón, entrevistaron a familiares de algunos ‘evaporados’ y plasmaron su investigación en su libro ‘Los desaparecidos: la ‘gente evaporada’ de Japón en historias y fotografías’. Esta tendencia a evaporarse surgió a finales de los 60 con la película ‘Un hombre desaparece’; la economía colapsaba y la gente se ‘evaporaba’. En los 90’ el modelo económico ‘petó’ de nuevo y reapareció un boom de ‘johatsus’. Porque en Japón, cuando a sus ciudadanos la vida se les vuelve insoportable y quedan en la ruina (por contraer deudas insalvables, despidos laborales o un divorcio traumático), algunos se lanzan literalmente al vacío, cortan con todo, abandonan su identidad y durante la noche desaparecen sin dejar rastro, ayudados por empresas conocidas como ‘transportistas nocturnos’, que gestionan su traslado y desaparición. El Estado japonés los protege, les permite cambiar de nombre, de profesión, de lugar de residencia y mantener su identidad en paradero secreto (como si fueran testigos protegidos de una ‘peli’ americana). La ley nipona dota a sus ciudadanos de libertad para mantener en secreto su vida privada y salvar su reputación, excepto las cuestiones relacionadas con la criminalidad (ahí, el sistema policial actúa). Es una desaparición regulada a nivel administrativo pero no físico. La gente puede esfumarse, porque debajo de la sociedad japonesa normalizada hay otra capa con zonas y localidades deslocalizadas y paupérrimas que no figuran en los mapas. Aunque no hay datos oficiales, se estima que se ‘evaporan’ unas cien mil personas al año. A mí me resulta lo más parecido a practicarse un Harakiri. Me pregunto si la situación nipona podría equipararse a la española, donde las expectativas de trabajo y bienestar generan cada vez más insatisfacción. España se desploma y se vacía (lo afirma Eurostat). Cambiaremos el término, ‘La España vaciada’ por ‘La España evaporada’.

Es triste y desconcertante ver cómo la ausencia de un marco político y económico estable se convierte en pantanos secos, crisis de transportistas, endeudamiento por la inflación de millones de familias, huelgas en el centro de las ciudades por la ruina agrícola y ganadera exigiendo mejoras en la PAC. ¡Resulta que tenemos la costumbre de comer todos los días y conducir para viajar hasta nuestros lugares de trabajo! Por ahora no hay respuestas, pero sí límites, prohibiciones y topajes.

Habrá que evaporarse unos años, eludir responsabilidades, superar depresiones, bajar al inframundo y esperar a que alguien sensato coja el timón de este barco llamado España. ¡Ay, no! Qué no somos nipones. Que a ellos los acoge el Estado (aunque los envíe al Monte Fuji), y el nuestro se hunde y nos estampamos contra un iceberg. Pediremos de nuevo ayuda a Europa, que nos eche un cable, o mejor, un surtidor de agua hirviendo. No, no, que se lo eche a los que nos están ahogando; han sumido a este país en los infiernos, que es peor que volverse Johatsu o hacerse un Harakiri, o todo junto. 

Ahí lo dejo. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Por ahora no me disipo ni me evaporo. Tampoco me voy a Japón, me quedo en León.

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