Angel Suárez 2024

Esperpentos olímpicos

14/09/2024
 Actualizado a 14/09/2024
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En estos días no sólo arrancan los cursos docentes en todos los niveles, también empiezan las temporadas deportivas y las actividades físicas extraescolares. Además de ocuparse de los uniformes, el material escolar y los libros, los padres tienen que enfrentarse también con la duda de a qué deporte apuntarán a sus niños. Unos pocos chavales no se lo tomarán como una mera afición, sino que emprenderán el durísimo camino de la alta competición. Y ahí sí que no podemos negar que las niñas lo tienen mucho más crudo.

El esperpento anticristiano con el que se inauguraron las últimas olimpiadas dio tanto que hablar que eclipsó que en otro momento del espectáculo los dos sexos fueron representados por una pareja de dos hombres, uno de ellos travestido. Con ello, el Comité Olímpico Internacional echaba un auténtico jarro de agua fría sobre las asociaciones agrupadas en la plataforma Save Women’s Sports, que en los juegos de Tokio de 2020 había remitido al COI una carta en la que alertaban sobre la situación de muchas deportistas profesionales que se veían obligadas a competir, en injusta desventaja, con hombres que se autoidentifican como mujeres, mujeres trans, transmujeres, o como lo quieran llamar.

Pocos días después el boxeo olímpico femenino daba la cara: la boxeadora intersexual Imane Khelif, a la que no se había permitido competir en el Mundial del boxeo por sus altos niveles de testosterona, reventó a la italiana Angela Carini en 46 segundos. Terminó disputando la final con la taiwanesa Lin Yu-Ting, otro hombre, es decir, otro ser humano con cromosoma XY, cuyo pasaporte dice que es mujer.

Respeto profundamente a las personas que libre y voluntariamente se travisten, se amputan o se hormonan, siempre que sean mayores de edad y lo hagan en pleno uso de sus facultades mentales (dudo que nadie se moleste en comprobar esto último en muchos casos), pero en el deporte se está cometiendo una tremenda injusticia con la connivencia de los poderes públicos y de los medios de comunicación, y algunos –pocos y poco escuchados– no dejaremos de denunciarlo.

Por el momento, que un hombre pegue a una mujer es una ignominia y un delito repugnante, salvo que lo haga en las Olimpiadas, en cuyo caso el muy progre COI le pone una medalla.

 

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