Cristina flantains

El Espíritu de la Navidad

20/12/2023
 Actualizado a 20/12/2023
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Y vuelta otra vez a la Navidad. A vestir las mesas con mimo y llenarlas con exquisiteces para reunir a la familia, a echarse a las calles envueltas en abrigos y bufandas para comprar los regalos. A sacar los belenes de sus cajas, los abetos, a cantar villancicos y a leer cuentos de Navidad. 

Les propongo que lean ‘Cuento de Navidad’ de Dickens. Recuerdo la primera vez que lo hice, y recuerdo, también, todas las demás, porque la magia de ese cuento es que de cada relectura emerge una historia nueva, una arista diferente de esa gran metáfora que es la Navidad. Y ese es ¡mi regalo!

Este año, el regalo es Ebenezer Scrooge, un misántropo y egoísta anciano que cambia de actitud con sus vecinos tras la visita del Espíritu de la Navidad, que le revela que vivir solo significará que morirá solo. Ebenezer Scrooge se vuelve amable y sociable, pero no por haber hecho propósito de enmienda, si no porque prefiere fingir a morir en soledad. 

Habría que pensar que, si a Scrooge, en vida, cuando de verdad se disfruta de las buenas compañías y se sufre a rabiar de las hieles de las malas, le importó un pimento vivir solo, en la muerte ¡con más motivo!, ya que el trance, aunque intenso, es breve: se cierra el telón en un pis pas, se apagan las luces y para cuando llega la ovación, o el abucheo del público, el actor ya no está. Morir solamente es lo natural de la vida y no tiene ninguna consecuencia. La sucesión temporal de acontecimientos se ve interrumpida definitivamente, no hay más trascendencia. Así que algo que, en principio, carece de peso, se convierte para él en una autentica preocupación. ¿A quién se le ocurre pensar en la posibilidad de que un ser como Ebenezer Scrooge quiera estar en algún momento acompañado? Y lo más importante ¿Qué hay de malo en elegir estar solo?

No es cierto que el bien morir pase, forzosamente, por estar acompañado, ni es verdad que el bien vivir tenga que ver con la consideración de tus semejantes. Eso es el engaño del que Scrooge fue presa.

La metáfora es la mejor herramienta para acceder a realidades de difícil formulación, que suelen tener como característica que no se asumen desde el entendimiento, sino desde el sentimiento; para comprenderlas no utilizamos la razón, si no el corazón. Vamos a imaginar que el Espíritu de la Navidad es una realidad que necesita de metáforas para ser explicada. He dicho metáforas, que no mentiras.

¿Y si el Espíritu de la Navidad fuera esa gran metáfora en la que, a las personas, como a Ebenezer Scrooge, no les hace falta cambiar nada en su vida para que sea perfectamente legitima y digna del respeto y aceptación por los demás? Una vida en la que el mejor regalo de Navidad sea una familia sentada en torno a una mesa y cuyo plato principal sea el respeto, en la que las ilusiones de los niños se construyan sobre verdades contundentes y en la que no haya magia por ningún lado… y tampoco haga falta transformarse en otro.

Os envío, desde aquí, mis mejores deseos para estas Navidades y una recomendación que puede parecer facilona: vívanlas como les dé la gana ¡faltaría más!, pero no se engañen, ni intenten engañar a los demás, aunque, como Scrooge, tengan la tentación de decir: «¡Bah, paparruchas!».

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