18/11/2023
 Actualizado a 18/11/2023
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La derecha crispada. ¿Esto debería significar que la izquierda está contenta? No toda. Hay reticencias a esta investidura sobrevenida a través del chantaje y lo que muchos españoles sienten como una traición a la memoria. 

Supuso un enorme esfuerzo llegar a un consenso libre y justo que escribiese y jurase la Constitución del 78 que ahora puede sentirse herida de muerte, por mucho que quieran colarnos el ataque como «heridas leves», «reformas históricas» o «nuevo orden territorial». Es cierto que la paz es la meta, que hay cuestiones pendientes de solucionar que permanecían aparcadas y requieren decisiones más definitivas, pero no se puede abordar determinados problemas como moneda de cambio para investir presidentes o apalabrar legislaturas. No se puede atacar el Poder Judicial y ningunearlo, obviar la separación de poderes que define a un Estado como democrático. Y esto es exactamente lo que ha hecho Sánchez en su ceguera. Ocho años en La Moncloa le llevan a sentirse como Luis XIV, piensa que el Estado es él y que, sin él, solo habrá diluvios. Lo mismo deben pensar sus acérrimos e incondicionales. Poco les importa que dijese lo contrario en campaña, da igual si esto rompe la igualdad entre ciudadanos según el territorio en el que vivan, porque con tal de que no gobierne la derecha pactaríamos hasta con Lucifer.

La España pobre mantendrá una vez más los caprichos y anhelos de la España rica. ¿Hay algo más de derechas que esto? Por eso me sorprende ver comentarios en las redes que acusan de «fascista» a quienes no comulguemos con la amnistía o el pacto Frankenstein. Prepárense, librepensadores del mundo, porque ningún argumento desterrará esas vendas en los ojos; sin embargo, ¿quién está siendo totalitario aquí? ¿Quién es en realidad el impostor? ¿Quién el intolerante? ¿Quién está vendiendo el futuro y la historia a cachitos y a cambio nos regala un bono bus? 

 

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