Solemos quejarnos sin tregua de nuestra mala estrella. La despoblación, la unión no deseada con Castilla y su consiguiente centralización de inversiones en Valladolid, hacen que los leoneses asistamos como testigos a nuestra propia muerte lenta.
Es cierto que llevamos años perdiendo población, infraestructuras, inversiones, atención, pero este verano ha sido, al menos, un poco más esperanzador. La ciudad y la provincia han batido récords de visitantes que además sostienen un turismo de calidad que cada vez se afianza más como una apuesta segura.
No solo nos sucede a nosotros. El excesivo abarrotamiento de zonas costeras, el alto precio que los ciudadanos deben pagar si eligen playa, están invirtiendo la balanza poco a poco, y ya son muchos quienes se plantean un plan B, reservar estancias en zonas de interior en las que el calor no sea sofocante pero sí salga el sol, con playas fluviales para aliviarse de las altas temperaturas, zonas que cuentan con una amplia oferta gastronómica que haría las delicias del gourmet más exigente y con un patrimonio artístico y cultural enriquecedor e interesante.
Con este planteamiento no resulta extraño, aunque en principio sí me lo pareció que, en una casa rural del Bierzo, a finales de julio, en un pueblo recóndito escondido en el monte nos encontremos una casa rural llena de ingleses, franceses, alemanes o norteamericanos. Las Médulas y el Camino de Santiago son muy tentadores. Yo me preguntaba cómo habían llegado a parar allí ciudadanos de orígenes tan lejanos, pero la respuesta es clara, gracias a internet, ya no hay secretos para el espíritu viajero.
Este verano, récord. La mayor parte de nuestro turismo procede de Madrid, seguidos por asturianos y gallegos y a la cola Portugal. 91.444 personas visitaron nuestra provincia el pasado mes de julio. Un turismo respetuoso, visitas que aportan. Es solo un hilito, pero de esperanza.