Como otros imperios,
proyectos colectivos
y geografías humanas,
Europa,
en un tiempo indetectable,
dejará de existir:
sus pillajes y turbulencias,
y su amado esplendor.
Su hegemonía solemne,
su sacralidad,
serán irrelevancia.
Un ser del Futuro,
convertido en algoritmo,
nos mirará con asombro.
Celebremos, pues, su existencia,
antes de que languidezca.
Y que nuestro brindis
resuene por sus sueños perdidos.