Secundino Llorente

Evaluación y calificación

04/07/2024
 Actualizado a 04/07/2024
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Final de curso. Evaluaciones finales. Notas o calificaciones finales. De eso se habla estos días. «Es lo que toca».

Evaluación y calificación son dos conceptos complementarios que suelen confundirse a pesar de que son realmente diferentes. El concepto de evaluación es más amplio, se trata de valorar algo como el viaje que hemos hecho o el partido que hemos jugado, y no solemos responder con un cuatro, o con un ocho. Calificar es más restringido, es la valoración cualitativa o cuantitativa sobre la actividad o los resultados conseguidos por un alumno teniendo en cuenta una prueba o un examen. La calificación puede ser apto o no apto, o 7-8-9. Evaluar es más amplio que calificar, evaluar viene a ser analizar, enjuiciar o tomar decisiones y, siempre, con la finalidad última es mejorar la calidad de la educación. Calificar es más simple, es poner una nota a las conclusiones de comparar los resultados de la evaluación con los objetivos previstos. Podría ocurrir que la evaluación fuera positiva y la calificación negativa, y viceversa. Lo vemos en un ejemplo, un alumno inmigrante chino llega a un instituto. Él trabaja bien y va avanzando, se esfuerza y consigue aprender y reducir la distancia con respecto al grupo. Su evaluación es positiva porque progresa adecuadamente, pero su calificación (su nota) es negativa (suspenso) porque no ha alcanzado los niveles esperados para esa edad y su curso. El ejemplo contrario podría ser un alumno excelente que está pasando por una crisis y su evaluación es negativa, pero sigue aprobando y su calificación sigue siendo positiva. Lo ideal es la evaluación continua para conocer la situación de mejora o empeoramiento.

La evaluación se puede referir a muchos ámbitos educativos: materiales curriculares, destrezas, programas educativos, actividades, práctica docente, sistemas educativos, colegios, profesores, directores, alumnos. Todo debe ser evaluado porque lo que no se evalúa se devalúa. La evaluación puede ser de muchos tipos. Según la finalidad: «formativa» es la orientada a la formación integral del alumno y «sumativa» su meta es medir objetivamente el nivel de los conocimientos alcanzados en el proceso de enseñanza y su función es la de estimar de forma numérica los resultados mediante pruebas. Según su extensión: «total» de toda la asignatura y «parcial» de una parte. Según los agentes evaluadores: «externa» exámenes que realizan en el colegio pero que son enviados a un examinador externo para su corrección e «interna» un profesor del centro corrige las pruebas de acuerdo a los criterios establecidos por el propio centro. Según el momento: «inicial» para conocer cómo llega el alumno, «procesal» a lo largo del curso y «final» que normalmente es también total. 

En la calificación el juicio se sintetiza con una nota. Esas notas son expresiones de juicios de valor y por lo tanto con una cierta carga de subjetividad y que pueden ocasionar consecuencias en los alumnos por lo que exigen necesariamente mucha seriedad y profesionalismo. Esta es la gran responsabilidad del profesor

He sufrido y he visto sufrir a mis compañeros profesores en el momento de la evaluación. Tomar una decisión desgasta siempre y si lo que se decide es algo tan importante como la promoción o no de un alumno, siempre supone un agotamiento y tensión en el profesor. También he sido testigo de que en este tema no ayuda la experiencia. Hasta el año de su jubilación he podido ver a algunos profesores en el momento de la reunión de evaluación final de segundo de bachillerato dudar y padecer ante la decisión de promoción de ese alumno al que está cortando su acceso a la universidad porque le ha dejado con un cuatro en su asignatura y es la única que suspende. Pienso que estos son los momentos más difíciles en la vida profesional de un profesor. Nunca olvidaré aquellos casos de tensión en las evaluaciones finales cuando un profesor se queda solo suspendiendo a un alumno y se pone nervioso sopesando las consecuencias de su decisión para el futuro y posible fracaso de aquel alumno. Yo, como director, presidía la evaluación y podía percibir la presión de estos profesores en caso de dudar entre el aprobado o suspenso. Siempre les decía lo mismo: «Si no estás muy seguro, dale el aprobado porque es mejor equivocarte a favor y porque tu tranquilidad y salud también son importantes». En esa misma sesión de la evaluación final de segundo de bachillerato solíamos pasar por un momento muy complicado: «La adjudicación de las Matrículas de Honor». La responsabilidad era grande porque los alumnos daban mucha importancia a este premio, ya que suponía la matrícula gratis en la universidad, además del honor. Y no siempre los profesores estábamos de acuerdo en esa decisión. Solía ser tenso y delicado.

Esto es lo que sucede en la evaluación. El profesor siempre desea ser justo y le duele suspender. Cómo me gustaría que los alumnos y padres, que van airosos a reclamar sus notas, conocieran esta realidad y el drama interior que suele pasar el profesor en ese momento. Algo que ellos desconocen y ni siquiera se lo imaginan. 

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