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Exordio a la putología

25/06/2023
 Actualizado a 25/06/2023
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Si te llaman «hijo de puta» –frecuente y repugnante insulto como desahogo en la disputa futbolera–, o te dicen que lo haces de «puta madre», ¿por qué sentirse ofendido con la primera expresión y muy bien reconocido con la segunda, si en ambos casos se trata de quien te trajo al mundo, no a la que vende su cuerpo? En lo relativo al carácter ofensivo de la primera, hay cierta ambivalencia que depende del contexto o ambiente cultural en que se pronuncie. En el sur de España y en Argentina, «hijo de puta» puede ser utilizada tanto de forma injuriosa como en tono de elogio informal, aunque no deja de ser una expresión soez.

Cuando oímos «se calló como un puta», no sólo la palabra ‘puta’ pierde su significado sino hasta su concordancia. «No tienes ni puta idea» corresponde a acusar al alguien de ignorancia supina. «No tengo un puto duro» es como estar a la luna de Valencia, o sea, «sin blanca». Con «las estoy pasando putas» es enunciar tu mal estado en todos los aspectos: económico, sentimental, de salud, etc. Con «ir de putas» satisfaces tus impulsos sexuales. Y «¡qué putada!», expresa contrariedad o fastidio lastimero ante una situación adversa. Todos estas expresiones demuestran que estamos ante una de las palabras más versátiles, más ricas y más contradictorias de la lengua española. Otra cosa es el llamado «padre putativo», individuo reputado o tenido por padre, hermano, etc,, no siéndolo.

La palabra ‘puta’ puede que se derive del latin ‘putta’ (muchacha, chavala, ‘chica de la calle’). El latín ‘putare’, en cambio, significa ‘pensar’, aunque también ‘podar’ o ‘ramonear’. Pero, tanto el Diccionario de la Real Academia Española como el Diccionario Etimológico de Juan Corominas dicen que ‘puta’ es palabra de origen incierto. A la vez que dudoso su origen como abreviatura de ‘prostituta’. Severino Arranz Martín apunta, en su ‘Etimologías inéditas y curiosas’, dos posibilidades respetando tanto las reglas del juego evolutivo como la semántica. Ambas condiciones las posee el adjetivo latino en su forma femenina ‘putida’ (pútida, hedionda, sucia, etc.) que, con pérdida de la vocal postónica ‘–i–’ y de la consonante intervocálica ‘–d–’, daría un doble resultado, dependiente de la cronicidad de los fonemas afectados.

Según Covarrubias, es probable que existiera una fase intermedia ‘putia’, que posteriormente, por palatalización de ‘–ti–’ en ‘–ch–’, produjese la vulgar ‘pucha’ o ‘pocha’, con el significado de ‘podrida’ con el que ha llegado a nuestros días.

Si ‘puta’ tiene puntos oscuros en su cadena evolutiva, no sucede así con la semántica, de cuya congruencia no se puede dudar, pues cuadra perfectamente el significado del adjetivo latino ‘putida’ con las connotaciones semánticas con que la sociedad antigua (y no tan antigua) calificaba a estas mujeres, esto es, mujeres desastradas, sucias, haraposas. Así, este vocablo aparece literariamente en ‘Milagros de Nuestra Señora’, de Gonzalo de Berceo: “dicit al fijo de la mala putanna» ( esto es, ‘putaña’, o mujer que presta sus servicios sexuales a cambio de dinero). Cervantes, en ‘El Quijote’, prodiga la expresión «hi de puta» con la mayor desenvoltura y sin los prejuicios propios de la época, derivando a «hijo de puta», ya registrada en siglo XIII.

De ‘puta’ se han derivado ‘putada’ y ‘putear’, palabras ambas con otra semántica diferente, pues, si en un principio tuvieron y hoy sostienen cierta grosería, además de puro insulto muy socorrido, las vemos frecuentemente como simple vicio lingüístico en conversaciones y tertulias.
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