Cinco locuciones, que uno sepa, hay en castellano tomando el pulpo como protagonista. A saber: «Estar más perdido que el pulpo en un garaje»; «ser y comportarse como un pulpo»; «aceptar pulpo como animal de compañía»; «ser más difícil que ponerle el pantalón al pulpo»; y «caer la del pulpo». Esta última es equivalente en inglés a «it’s raining cats and dogs», literalmente «llevar perros y gatos». En español se refiere a la costumbre de golpear el pulpo contra alguna superficie dura con el fin de ablandarlo antes de cocinarlo en agua hirviendo. Se dice, en sentido figurado, que a alguien le va a «caer la del pulpo» cuando queremos expresar que va a recibir una buena paliza o reprimenda.
En particular, se expresa ha «caído la del pulpo» como causa motivada por la lluvia de un fuerte aguacero. Pero esta locución se utiliza también para reflejar la caída copiosa del cielo de cualquier otro elemento; nieve, granizo, piedras…; o bien bombas, proyectiles, misiles. Con respecto a las armas, de devastadora y preocupante realidad son las que están impactando en todo aquel país de Oriente Medio que no reconozca y esté enfrentado a Israel, particularmente y de momento, en Gaza y en Líbano.
Parece ser que la citada locución protagonizada por este molusco cefalópodo tiene su origen en Galicia, al ser la tierra donde más y mejor gusto se confecciona. La cosa se remonta al siglo XVI cuando el almirante de la Armada Invencible o Felicísima Gran Armada (FAI), el VII duque de Medina Sidonia Alonso Pérez de Guzmán — poseedor de una de las mayores fortunas de Europa y que sustituía al fallecido Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz—, consultó a un marinero y capitán de barco las condiciones generales del mar. El marinero en cuestión se llamaba Xosé Luis Pazos de Ortigueira, apodado ‘El pulpo’ (al parecer por lo bien que lo cocinaba) quien informó que se aproximaba una gran tormenta. Viendo el duque que, pese a ello, el tiempo en tierra y el día señalado para la partida era favorable, decidió zarpar con la flota desde Lisboa, consistente en 19.000 infantes, 700 marineros, 1000 caballeros de fortuna, 180 clérigos y 127 barcos, con el único propósito de destronar a su contraparte Isabel I de Inglaterra.
Pero a la entrada del Canal de la Mancha afectó a la FAI una tempestad que desperdigó parte de las naves, en tanto otras fueron atacadas por las que en tiempos napoleónicos vendría a ser la ‘pérfida Albión’, esto es, Inglaterra. Muy afectado por el fracaso, Felipe II pronunció la frase: «Yo envié a mis barcos a pelear contra los hombres no contra los elementos». Cuando el duque, como chivo expiatorio de esta desafortunada empresa iniciada el 28 de julio de 1588, arribo en La Coruña el 24 de septiembre con una reducida parte de las embarcaciones —en tanto otras arribaron maltrechas en otros puertos del Cantábrico— (se salvaron entre 70 y 80), se cuenta que justificó condolido el descalabro naval bajo la frase: «Nos ha caído la del pulpo».
Los galeones españoles naufragados frente a las costas de Irlanda llevaban patatas (del quichua pápa), en sus bodegas, las cuales fueron recogidas por los campesinos e inmediatamente cultivadas, llegando a ser alimento preferente en su alimentación. Pero, entre 1845 y 1849, la conocida como hambruna irlandesa —debido a una plaga de este tubérculo provocada por un hongo llamado tizón tardío— destruyó su cosecha. Lo que ocasionó alrededor del millón de personas que emigraron de Irlanda, causando la caída de la población entre un 20% y un 25%.