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De Fake News y Transistores

19/06/2024
 Actualizado a 19/06/2024
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Me acuerdo cuando la gente llevaba encima un transistor. Le pregunté a mi hijo si sabía lo que era un transistor y me contestó: sí, es un componente electrónico. Y siguió con lo que estaba haciendo. También me acuerdo perfectamente de la sensación de introducir el dedo en la roseta del teléfono y girar varias veces para marcar un número. Los niños de hoy se quedan pensativos ante artefactos semejantes, porque desconocen cómo abordar una máquina que no tenga pantalla táctil. Con la información ha pasado más o menos lo mismo. El monopolio de los medios está en vías de extinción. Las audiencias atomizadas y con gustos disruptivos, buscan información y entretenimiento en plataformas digitales, quieren participar, formar parte, opinar sobre las opiniones y aportar su versión. Inventan lenguajes propios, memes, memes de memes y publicaciones que hasta para un millenial son jeroglíficos. Estamos viviendo una democratización total de la libertad de expresión, pero el reverso de esto es la desinformación, teniendo en cuenta la definición que se le atribuya. Podemos entender por desinformación el fruto de una sobrecarga de noticias que satura al espectador/usuario y que es filtrada por un algoritmo que sesga lo que se recibe. Quizá entendamos como desinformación el flujo de elementos que aún siendo veraces y noticiables desdicen las corrientes principales de los medios de comunicación y por lo tanto tratan de desmontar el discurso predominante. Finalmente, la acepción legal que abarcaría publicaciones de hechos carentes de interés noticiable o no veraces, que tienen apariencia de noticia. Es en estos casos en los que normalmente, además del daño implícito a su falsedad, las noticias suelen vulnerar el Derecho al Honor y, en algunos casos, buscan desestabilizar democracias y sistemas. 

Admito que me gusta escuchar diferentes voces por muy desagradables que me parezcan algunas, entre otras cosas, porque esto me permite saber cómo respiran sectores de la comunidad virtual, algunos en puntos muy alejados del globo, y que no son otra cosa que un espejo de la sociedad. También soy fan de píldoras de noticias exprés conducidas por jóvenes cuyas fuentes están contrastadas y actualmente se suelen adelantar a los medios convencionales. 

Al respecto de las Fake News, El Gobierno ha anunciado que en julio presentará un «paquete de regeneración democrática» con medidas para mejorar la transparencia y la rendición de cuentas de los medios de comunicación. Pedro Sánchez ha explicado que estas medidas se basan en un reglamento que se ha aprobado en la Unión Europea y que todos los Estados miembros deberán aplicar a partir de 2025. Pero no nos engañemos, estamos viviendo una guerra de narrativas al margen de las Fake News. Partiendo de que la historia objetiva no existe ya que el mismo hecho de escoger un pedazo de realidad para mostrar, lo que en cine llamamos encuadre, excluye otros ángulos a los que deja fuera de campo, los silencia o los obvia, la conclusión es que el medio no precisa denostarlos, simplemente puede invisibilizarlos sistemáticamente poniendo el acento en lo que le interesa y moldeando el imaginario colectivo y la voluntad de la masa. Es por eso que cuanto más fiel al plano general sea un medio, menos sesgo tendrá, más se acercará a la realidad objetiva y mejor calidad se le podrá atribuir. Yo lo llamo el principio del gris o del maniqueísmo, porque en raras ocasiones algo es blanco o negro. No obstante, la información condicionada al dinero tiene un límite de objetividad obvio. Esa atadura es algo que los internautas independientes no tienen, aunque sí el poder de viralizar en muy poco tiempo. Por este motivo sus foros son una segunda arena menos económica pero no menos compleja. La educación en ‘fact-checking’ y la cooperación entre centros educativos y familias es primordial. Está claro, los tiempos del transistor ‘are over’. 

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