El PP suele optar por líderes estereotipados: señores con bigotito y peinado hacia atrás, registradores de la propiedad o funcionarios en excedencia con camisa azul celeste o blanca. Más tarde, cuando el poder les infla la autoestima, se dejan melenas y tableta o se convierten en ‘runners’ disidentes; pero de entrada pretenden ser ‘gente normal’ o, por lo menos, lo que ellos entienden por «gente normal», trajeados y con campechanía de goma eva.
Alberto Núñez Feijóo responde a muchos estereotipos. Por su aspecto, al de un exseminarista profesor en la privada: don Alberto. Sus americanas y cuellos de cisne y las gafas metálicas levitando sobre nariz prominente son atributos de un profe de mates despistado, que se equivoca en las multiplicaciones simples como un profe de mates despistado. También construye frases gramaticalmente terribles, como un profe de mates despistado. Se lía como se liaba Rajoy, cuando iba a decir algo pero en realidad no tenía nada que decir. Sabe que cuanto menos hable mejor. Por eso le hacen vídeos biográficos de abuelete senderista.
Responde también a otros clichés. Por no saber inglés, al de presidente de este país. Por no tener memoria de sus propios actos, al de casi cualquier político. Por no declarar sus sobresueldos, a casi cualquier político del PP. El currículo de don Alberto no valdría para ciertos cargos, pero es un estándar de la política y hasta ese apellido, que según la Academia debería carecer de tilde, la lleva. Única rebeldía que se permite don Alberto. Esa y montar una playa donde le da la gana. Don Alberto es, en los grandes momentos, Feijóo.
El candidato ya ha dado muestras de su capacidad en su señorío de Galicia: sanidad desmantelada, medios de comunicación al servicio de su propaganda, escuelas públicas cerradas, etc. A nadie debería escapársele cuál es su programa aunque él no quiera decirlo por si vuelve a liarla con la tabla de multiplicar. Aunque se deduce de sus medidas: suprimir el impuesto a las grandes fortunas lo primero. No vaya a ser.
Sin embargo, los tiempos están cambiando. La política se ha vuelto un tiovivo de emociones y exabruptos y esta temporada se llevan los líderes (y ‘lideresas’) con mando en plaza y la incontinencia verbal de un hooligan con una mala tarde. Doña Isabel, la furia de Madrid, espera el batacazo de don Alberto con la paciencia de un dóberman.
Feijóo puede convertirse en un líder calvinista. De Italo Calvino, por supuesto. Empezó por ser un líder demediado, llegado al poder por defenestración de su antecesor, un poco como quien estaba ahí, como el dinosaurio aquel. Pero con la ventana abierta también para él. Después ha sido un líder rampante, balanceándose entre la voxería ayusista y el recato propio de su apócrifa condición profesoral. Su problema es que la próxima estación sería la de un líder inexistente. Trancas y Barrancas sabrán.
Feijóo, político calvinista
09/07/2023
Actualizado a
09/07/2023
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