Alfonso Martínez color

La felicidad era esto

18/07/2024
 Actualizado a 18/07/2024
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La felicidad era esto. Lo sabía, pero no lo recordaba. El calor hasta ahora no ha apretado demasiado en la cuna de la democracia, pero yo escribo estas líneas debajo de dos mantas y ataviado con un seductor pijama de franela que realza mi esbelta figura e incitaría a la lujuria a cualquiera. Una pena que en el paraíso redipollejo no haya quorum ya ni siquiera para poder echar una partida al mus, así que encontrar a alguien que quiera jugar a los médicos es poco menos que una ensoñación. No queda sino dormir bien, pasear cual jubilado y desgastar la barra del bar con el codo mientras escuchas el parte diario sobre cómo van con la hierba los mis paisanos o cuántos turistas se han cruzado por los caminos mientras anhelan la llegada de septiembre. Cosas de la convivencia entre gente que busca o piensa cosas distintas, algo que, si ya es difícil en los pequeños y menguantes pueblos de este nuestro terruño, se antoja imposible al hablar de quienes nos pastorean desde la cosa pública como si fuésemos un rebaño de ovejas merinas.

Dejen de meter de una pu... ñetera vez sus sucias manos en todo. Dejen de pensar que todo gira sobre el eje de sus mentes enfermas. Dejen de fomentar el enfrentamiento entre españoles, dejen de manosear la justicia como si estuvieran haciendo una pizza (qué hambre, así que ya de estar con las manos en la masa y tener que pagarles, sin piña, por favor) y de hacer pensar a la gente que si Begoña Gómez o Nacho Cano van al banquillo va a ser por una confabulación de jueces de la ideología opuesta. Por ese camino sólo consiguen dejar a las claras ante la opinión pública que la justicia es otra merienda de cargos, como todo en esta democracia deficitaria, si no ficticia, que se ha maquinado a través de una pseudodictadura bipartidista y sobre las vértebras de la parte del país que madruga. Se hablaba ayer en la sede de la soberanía nacional (diez o doce que hablan y 330 que cobran y aplauden y asienten de maravilla) de la fiabilidad de los medios de comunicación, el sector más autocrítico y cainita que puede haber, pero tienen que venir sus señorías a sentar cátedra sobre veracidad y sobre quienes tenemos derecho o no a decir lo que pensamos. Hablan de fiabilidad quienes juraron que no habría indultos tres días antes de pergeñar una amnistía o quienes dijeron que nunca pactarían con Vox cuatro horas de trufar los gobiernos autonómicos de vagos o iletrados pese a que todos sabíamos cómo acabaría el cuento.

Consecuencia todo ello de azuzar a la gente para que no vote con la cabeza, sino con un estómago lleno de ira o de buenos manjares pagados a cuenta de la cosa pública y sin necesidad de doblar el lomo. Y consecuencia de todo ello por tanto de pensar que se puede vivir sin trabajar o haciendo ver que la llegada de migrantes es una debilidad cuando en muchas zonas es, cuando menos, una oportunidad para que haya gente que haga obras o cuide a nuestros mayores. Trabajo y tolerancia son las claves que al final siempre consiguen unir a España. Y quizá así podríamos llevar la bandera todo el año. O al menos quien la lleve habitualmente no tendría ya puesta una etiqueta porque sí. España es algo más que fútbol y tragedias. España es sobre todo la gente que vive para trabajar y que un día se dará cuenta de que nuestros dos países no son el rojo y el azul, sino el público y el privado. Gente que está harta de que se hable de que todo va a cambiar para que al final nada cambie y de que los tontos que pringan y los listos que chupan de la cosa pública en sus infinitas versiones sean siempre los mismos.

 

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