Hoy sábado 28 de diciembre todos somos un poco inocentes y, haciendo uso de esa inocencia, esta columna no será crítica, sino un merecido agradecimiento a quienes durante todo el año contribuyen con sus acciones a defender el bien común.
2024 ha sido un año especialmente difícil. La guerra de Ucrania, la franja de Gaza y en España presuntos casos de corrupción ensucian y dilapidan la poca fe que ya teníamos en nuestros gobernantes. Pero sin duda, lo peor que hemos vivido, ha sido la trágica riada que arrasó Valencia.
Toda catástrofe anuncia un renacer. Y ese renacimiento, que será, no podría producirse sin la impresionante solidaridad de los ciudadanos de todas las regiones de España que se volcaron con sus hermanos valencianos enviando ropa, comida, agua, medicinas y juguetes. Y es que Valencia somos todos. GRACIAS mayúsculas a todos los voluntarios que, con escasos medios quitaron barro y lágrimas de los ojos de los afectados. Su coraje, su entrega, nos reconcilian con el mundo.
Gracias a las fuerzas de seguridad que acudieron cuando se les dio permiso. Gracias a la Casa Real por su comportamiento ejemplar difícil de olvidar, dando la cara, poniendo el foco, escuchando, consolando y visitando Valencia a iniciativa privada en navidad. Los reyes y sus hijas viajaron en tren a las zonas afectadas y dieron apoyo a quienes con ellos se mezclaron en un mercadillo navideño. Cada una de sus acciones significa mucho porque resucita un negocio, ya se trate de un bar en la calle, un restaurante, una empresa textil o una joyería.
Tras los agradecimientos, una sola petición, que lleguen pronto las ayudas.
Y digo yo, ministra Montero que, ya que están ustedes generosos condonando la deuda a las CCAA, aprovechando el espíritu navideño podría usted renunciar a recaudar impuestos de las donaciones efectuadas a los damnificados. Es poca cosa para usted, pero significa mucho para ellos. Feliz año nuevo.