23/12/2024
 Actualizado a 23/12/2024
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Pues, por lo que parece, el tiempo no se detiene y ya tenemos encima la Navidad…, una más o una menos. Veamos, por un lado, esto de acabar el año nos lleva a hacer balance del mismo y, por otro, habrá familias a las que éste se llevó a algún ser querido por lo que para ellos estas fechas serán muy tristes. Cuando una silla se queda vacía en nuestra mesa familiar, y navideña, nos invade la pesadumbre…, máxime cuando la muerte siega a una vida en plena juventud, ese eslabón roto que creíamos que era el más fiable, ahí ya nos revelamos frente a la iniquidad y sin poder hallar consuelo.

Aunque siempre nos quedará el «cuñao», pues sí, ese que tiene soluciones fáciles a problemas complejos, pero esgrimiendo más el atrevimiento de la ignorancia que la razón y el conocimiento. Este año su esperado discursillo, o monserga, puede versar sobre los expertos en desastres naturales, como una dana, hay un montón en redes sociales, o puede disertar sobre la inmensidad del océano o, bien, como ha ganado Trump analizará con profundidad, rigor y sosiego qué hubiera pasado con Kamala Harris al frente.

La cena transcurrirá sin pena ni gloria mientras los viejos cebolleta contarán una vez más, y ya son…, aquello tan manido de «Navidades como las de antes ya no hay» o «Qué bien lo pasábamos cuando éramos jóvenes».

La cuñada muy atenta, como siempre, intentará poner infinidad de comida encima de la mesa sin que puedan faltar los polvorones, turrones y otros productos navideños, mientras que el mayor de la casa desglosará con detalle todas y cada una de las pastillas que engulle a diario y que, mayormente, distingue por colores y formas, aunque alguna de ellas ya no se acuerda si es para la tensión, el colesterol o bien para mingitar a plena satisfacción… ¡A saber!

A pesar de todo, a mis lectoras/es, compañeras/os de LNC, amigas/os y familia: ¡Feliz Navidad! Salud.

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