Jorge Brugos

La Feria de los Libros sin leer

20/05/2024
 Actualizado a 20/05/2024
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El pasado año entrevisté a varios de los candidatos a las elecciones municipales de la provincia en la que resido y al tener la oportunidad de hablar en la intimidad del directo en un estudio de radio, pude comprobar que, salvo honrosas excepciones, el nivel de nuestra clase dirigente es más bajo cuando uno ve a los políticos en carne y hueso que cuando los vislumbras a través de un plasma que además de engordar hace parecer más ingeniosos a los que participan en el espectáculo televisivo. Es como cuando te encuentras con tu humorista favorito, ese que te hace reír en el escenario de pared enladrillada, y cuando lo conoces en persona te das cuenta de que ese sentido del humor no es más que una impostura que maquilla las arrugas de una antipatía crónica. Recuerdo una ocasión de mi primera juventud en la que entrevisté a un cómico y en un momento de la charla me cortó bruscamente haciendo un monólogo sobre la grosería practicándola en su máxima expresión. Creo que es de las veces que peor me ha caído un invitado, formará parte de la memoria de un artículo (o quien sabe si de un libro) sobre las veces en las que he tenido que charlar para una pieza con gente que me había caído mal y me tocaba hacer el papel de mi vida. 

La Feria del Libro ha llegado a León y llega el momento de que los dirigentes que no han leído nada en todo el año se paseen por las casetas de Ordoño con aires bohemios reflejándose en los espejos cóncavos de su ignorancia. No estamos más que ante una cita reglamentaria del calendario protocolario, ese sarao en el que muchos van protegidos por unas apariencias guardadas por una presunta sensibilidad cultural; se parece a cuando el concejal de turno va a haber a la Cultu en un partido importante, se atavía la camiseta, celebra los goles y en realidad no tiene ni idea de si ha entrado la pelota o no. 

En la transición se decía que mientras Fraga había escrito cincuenta libros, Suárez había leído cincuenta libros. Uno de los motivos por los que tenemos la peor clase política desde el 78 es precisamente por el escaso trasfondo intelectual de nuestros mandatarios, una que ni ha escrito ni ha leído cincuenta libros.

 

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