Imagen Juan María García Campal

De feriantes y puros

22/05/2024
 Actualizado a 22/05/2024
Guardar

Martes por la mañana. Para cumplir con la placentera comparecencia semanal ante usted, lector, interrumpo la enriquecedora singladura literaria facilitada por ese ‘Mar nuestro’ que nos acercó a la Feria del Libro el pasado domingo Miguel Díez Rodríguez y atraco mi ya envejecido casco en esta dársena que, aun su vocación de salón comedor, se vio reconvertida a personal biblioteca y ‘scriptorium’.

Lanzo los cabos de amarre un poco entristecido toda vez que, viendo la cotidiana ilusión, aun el inestable tiempo, de editores, libreros y autores –avezados unos, noveles otros– en el desarrollo de la Feria del Libro, no alcanzo a comprender cómo en la red social que habitualmente utilizo –(Facebook)– me encuentro a dos personas (cuyo nombre omito porque por publicitar cobro) que creía saber, y ahora solo supongo, amigos de escrituras y lecturas, de la literatura, en un tan inútil como puramente intelectualoide intento de denigrar no solo a la(s) Feria(s) del Libro, sino también a los escritores –insisto: avezados unos, noveles otros– que participamos en ellas, no utilizando nada nuevo bajo el sol, sino amparándose en palabras ajenas. Unas de Alfredo Brice Echenique: «Se llama la Feria del Libro y nos tratan como prostitutas…» (nunca dejó de participar en ellas); otras de Iñigo Montoya en la revista ‘Mil palabras y un día’ (2016), en las que citando al poeta alemán Heinrich Heine, «quien empieza quemando libros acaba quemando a las personas» ¡toma mesura!, intermedia comparando a los escritores participantes con «monos de feria» y acaba que su «feria y furia está en nuestros lectores y no en figurones». ¿Dónde creerán que radica la de los autores participantes? ¿Dónde la de las editoriales? ¿Dónde la de los libreros?

No veo la necesidad, salvo soberbio purismo y purismo soberbio (de los que a los dioses en que no creo ruego me libren), este ataque gratuito a lo que no deja de ser, como ya dije, sosegado toque a rebato, de convocación a la lectura, ese virtuoso vicio, como el de la escritura, mayormente solitario, con que los lectores (escritores y aprendices de tal) fecundamos el tiempo; fiesta de la lectura si me pusiese típico y tópico.

¡Ay los puros! (de la quinta acepción, que fumo). 

¡Ay paradoja!, y estas miserias o mezquindades aun cuando esta Feria del Libro de León fue inaugurada el pasado jueves, 16 de mayo, día en se celebró (o se añoró y se sigue extrañando) el Día Internacional de la Convivencia en Paz. Seguiré navegando mis derroteros a mi aire.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.

 

Lo más leído