Falleció hace unos días el último ministro vivo de la época de Franco. Era leonés, catedrático de Derecho del Trabajo y fue el ponente de la Reforma Política de la Transición, el diseño del delicado traspaso de poderes de la dictadura a la democracia en la comprometida década de los setenta. Fernando Suárez inició su andadura política en las Cortes como representante del Tercio Familiar y la finalizó en Bruselas como eurodiputado.
Precisamente en Bruselas conocí a Fernando Suárez en 1987. Eran los tiempos de la reconversión minera en España. Se iba a celebrar una importante Comisión de Energía de la Unión Europea para hablar del cierre paulatino de la minería del carbón y, con estupor, el entonces eurodiputado descubrió que al evento asistía una delegación de periodistas españoles, sin que hubiera ninguno de León o de Asturias.
Con ese imponente porte que manejaba (superaba el 1,90 m) exigió que se convocará con urgencia de última hora a algún periodista de estas provincias. Y me tocó a mí, un joven juntaletras que trabajaba en La Crónica de León. En unas pocas horas estaba en un tren a Madrid para viajar hasta Bruselas. Allí nos unimos al grupo. Descubrimos con cierta sorpresa que los compañeros de profesión de Madrid y Barcelona conocían la problemática del carbón de oídas.
El día que comenzaban las sesiones nos recibieron algunos eurodiputados españoles. A Fernando Suárez se le reconocía a distancia porque sobresalía un montón en el skyline del grupo. Enseguida preguntó por el periodista leonés. Me estrechó la mano con fuerza y se quejó ante todos de la burocracia de Bruselas, que había elegido para asistir a aquella relevante Comisión de Energía a jefes de redacción de grandes medios de comunicación antes que a periodistas de batalla de los lugares donde hay carbón. Y remató con un «no todo ocurre en Madrid o Barcelona». Nadie osó a decir nada. DEP.