19/11/2024
 Actualizado a 19/11/2024
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En la mañana del pasado domingo en compañía de mi amigo Andrés Martínez Trapiello, y unos cuantos miles de leoneses, pudimos percibir el sentir que se palpaba ante los anuncios que se vienen repitiendo, respecto a la desaparición del histórico ferrocarril de Matallana. Entre los allí presentes se encontraba el alcalde José Antonio, dejando clara su postura sobre la utilidad del mismo, una vez rectificada la pretensión de convertir las vías del querido tren en zonas verdes. Rectificar es de sabios. Para demostrarlo allí se encontraba dando la cara sin importarle el manifestar que donde dije digo, digo Diego, en una manifestación de valentía frente a los que allí nos encontrábamos.

A mí, que todo lo que se desprenda de la estación de Matallana donde pasé la adolescencia y la mayor parte de la juventud viendo llegar y salir aquellos trenes empujados por máquinas de vapor que formaban parte de las entrañas de esa parte de la provincia que hoy, entre el abundante gentío para ser en León, íbamos sacando a flote los recuerdos vividos en tiempos en los que el viaje en tren nos acercaba a las localidades de donde la mayoría descendíamos. No sé a los de más edad, pero a mi, cada vez que montaba en aquellos vagones con asientos de madera, para dirigirme a la fiesta de los pueblos de mis padres, y, porque no decirlo, fumándome un pitillo de Bisonte lejos de los progenitores, cuando se podía fumar, el llegar a Matallana y ver la manguera echar agua a la máquina de vapor me parecía que me encontraba en los confines de la provincia.

Tampoco puedo olvidar aquellos sorteos de sendos paquetes de caramelos, (muy codiciados por entonces) que un matrimonio, él con una minusvalía apoyado en una muleta de madera, se desplazaba de un coche a otro, llevaban a cabo el sorteo mediante unas cartas pegadas a unas plantillas de madera, suscitando el interés entre los participantes por ver si eras favorecido con la carta de la baraja coincidente con la que uno había comprado y, de esta forma, poder llevar a casa con alegría, sobre todo si los destinatarios eran los hijos pequeños. Muchos de esos recuerdos estaban presentes entre los asistentes que, como he dicho, eran muchos, entre los que allí se encontraba una nutrida representación del periodismo provincial como notarios del interés que los leoneses tienen porque el tren de Matallana perviva.

Flotaba en la mañana soleada el sentimiento irrenunciable de luchar sin descanso, para que el tren pueda seguir trasladando viajeros hasta el centro de la ciudad, cosa que pocos ferrocarriles pueden disfrutar de semejante privilegio. Y, a seguir viviendo, que eso es lo que esperamos los miles de asistentes que allí nos encontrábamos que como dice el refrán «no corre mucho el de adelante si el de atrás no para», y aquí no hay que parar. 

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