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Fiebre de sábado noche

18/01/2020
 Actualizado a 18/01/2020
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Hace ya unos cuantos años, un buen amigo, político interino en mi otro reino, me contó algunos de los secretos mejor guardados de la politología.

Recuerdo aquel sobre las asociaciones de vecinos: «lo fundamental, es llevar la orquesta que quiere el presidente de la asociación vecinal, y si se les da el dinero, y son ellos quienes la pagan directamente, mucho mejor. Porque lo que les suele joder, es que el conjunto musical venga impuesto, y por tanto, cerrados los flecos para la fiesta del barrio».

Yo no he sido un maestro del baile, como podía ser el gran Ernesto de la Fuente, quien era capaz de dejar atrás a Tony Manero. Los que no teníamos ‘swing’, nos dedicábamos a otras artes, con otros riesgos, eso sí, siempre bien anclados y refrigerados.

Creo que la última vez que bailé, fue el día de mi boda, y para el que tuve que tomar un par de clases particulares. Desde ese momento y con todo el cariño del mundo, les diré que me cuesta creer que cada día haya más gente que se apunta a las academias de baile. Aunque una vez explicado, comprendes que al final también es una manera de quemar energía y de mantenerte en forma, pero bueno, lo dicho, respeto absoluto.

Mi tío Maxi, no hay café ni tertulia en la que no te hable de los famosos guateques, y sobre todo de los bailes en Villagarcía de Arosa, donde un miembro del club Forecu, del que no estoy autorizado a dar su nombre ni apodo, deslumbró a todos lanzando las zapatillas y bailando descalzo.

Queda por tanto claro que en mi juventud ni bailé, ni mucho menos usé jerseys ‘Privata’. Ni siquiera recuerdo participar en las funciones del colegio, y si lo hubiera hecho (preguntaré a Toral), seguro que pasé un mal rato. Por eso, cuando veo a algún niño en el típico baile de fin de curso, o similares acontecimientos, y que no quiere bailar pero que su madre le fuerza moviéndole los brazos, porque ella tiene más ganas, me siento muy identificado.

Dicen que los españoles tenemos un gran sentido del ridículo, y que por eso durante mucho tiempo los hombres en los discotecas apenas bailaban, y los pocos que lo practicaban, se lo llevaban todo. Sólo así se puede explicar el éxito de Grease y Dirty Dancing, y sólo así se puede entender que nuestros abuelos se organicen y recojan firmas porque les han cambiado el baile del domingo para el viernes, un día mucho menos ocioso y con más tareas. De toda la vida, el día de sacar las garras y ponerse la corbata con jersey de pico ha sido el domingo, los viernes hay colegio y muchos tienen deberes. Así que aprovechen, y pidan no sólo el cambio, sino los dos días, y disfruten, que para llorar ya tenemos las colas en los médicos…
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