El pasado fin de semana fue, en el mejor de los casos, complicado. El sábado, día 4, presenté un libro de Barrio de Nuestra Señora en condiciones por demás lamentables. Resulta que, por una vez, iba bien preparado: la noche anterior me leí el libro, escogí referencias y hurgué en la red para apabullar a los citados que acudiesen al evento. Pero, a mediodía, todo se jodió: llegó mi primo, al que no veía desde hacía un año y salimos al bar; perdí la cuenta de las cervezas que tomamos, pero debieron de ser muchas, ya que, a las cuatro y media, me metí en la cama y no desperté hasta las seis y media, cuando la presentación era a las seis...; tenía, al abrir el ojo, mogollón de llamadas perdidas y no pude por menos que pensar que soy un irresponsable de tomo y lomo; nada nuevo bajo el sol...
El caso es que la presentación fue bien, mayormente porque el autor resultó ser un cacho de pan y el público (muy numeroso contra todo pronóstico) fue muy indulgente.
La asociación ‘Pendón Blanco’ de Barrio, la organizadora, viene a ser un soplo de aire fresco en la modorra que sacude a la comarca y a toda la ‘España vacía’. Todo el año intentan hacer actividades que involucren a la gente del pueblo, de Barrillos, de Ambasaguas y hasta de la Mata. Traer a un madrileño que vive en Asturias y que el único vínculo que le une a esta tierra es un amigo del Curueño y que va a vender diez o quince libros (tirando por lo altísimo), no deja de ser una proeza y un acto de fe por parte de los dos, la asociación y el autor. Luego va y el libro es bueno, que se lee facilísimo y que te engancha desde el principio hasta la última frase. Dani Sierra, que así se llama el interfecto, bebe de las fuentes de la literatura fantástica, desde ‘La Ilíada’ hasta Tolkien, y crea un mundo en que, como tiene que ser, los malos son malos con cojones y los buenos, al final, no lo son tanto. ‘Destino y Amanecer’, el tercer tomo de la trilogía de ‘Erdevaile’, es, por lo tanto, muy recomendable para pasar una tarde del invierno leonés arrimado a la lumbre y leyéndolo hasta el final porque la imaginación será libre y encontrará otros mundos mucho más divertidos y emocionantes que el que nos ha tocado vivir.
Al final, la literatura fantástica, tan vieja como el hombre, resulta siempre acogedora como una isla paradisiaca, como un oasis en medio del desierto, como la barra del bar de confianza.
Al día siguiente, domingo, seis elementos de este pueblo nuestro fuimos a ver un partido de fútbol a Ponferrada, la eliminatoria de la Copa del Rey, entre la Sociedad Deportiva Ponferradina y la Real Sociedad de San Sebastián. Por cierto, cuatro de las entradas me las consiguió un amigo que es un importante ‘influencer’ provincial, aunque a él le joda, y le tengo que estar, otra vez, agradecido. Os preguntaréis que hacía yo, hincha furibundo del Athletic, viendo a los ‘eternos rivales’. Uno (el único de los cinco, porque Ibai que es un crío de seis años, pero a la vez un crac, salía por el Villareal), quería que ganase la Ponferradina a toda costa, pero no fue posible. Los ‘guipuchis’ fueron mucho mejores y ganaron merecidamente, aunque me cueste reconocerlo. Lo bueno del día, porque fue muy bueno a pesar de la lluvia, fue parar en Castropodame (hacía años que no iba por allí), recibir de regalo dos botellas de Godello casero, tomar un vermú en la Moncloa, comer como dios manda en una pulpería de Cacabelos y ver el ambiente fascinante que hay siempre en un campo de fútbol antes del partido.
Ir al Bierzo, incluso en un crudo día del invierno leonés es un regalo de los dioses (seguramente los mismos que menta Dani en su libro), y nunca se debe desaprovechar esa oportunidad. Además, de haber en la provincia un lugar mágico y fantástico, sería, sin duda, el Bierzo. Tienen leyendas como para aburrir y todas fantásticas, dignas de la mejor mitología, de las sagas de los nórdicos, de los cuentos de ‘Las Mil y una Noches’. Con estos antecedentes, ¿cómo no iba a salir uno por la Ponferradina?; sería de tontos no hacerlo...
Salud y anarquía.