Flotando en el viento

25/01/2025
 Actualizado a 25/01/2025
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Me gusta pensar que los nombres de las calles son algo así como una carta de presentación de la ciudad. Por aquí cerca tenemos Azabacherías, Herreros, Carnicerías, Platerías... Bautismos que dan cuenta de un Medievo gremial y artesano. Calles que muestran sutiles la historia de un pasado añejo; que relatan en su recorrido la relevancia de unos oficios entonces latentes y, ahora, dormidos plácidamente en el insensato olvido. 

Bien que a muchos les hayan sustituido ya las máquinas. Bien que a otros ya esté por sustituirles la Inteligencia Artificial. Pero, igual que siempre está bien tener una vela a mano cuando estalla una tubería que trunca el sistema eléctrico y se ha sido demasiado perezoso, demasiado poco precavido, como para comprar unas pilas nuevas para la linterna, ¿qué pasará cuándo todas esa máquinas dejen de funcionar? Que lo harán... Si no lo crees, mira ese móvil que te compraste hace cuatro años –con suerte– y que ya no sube del 60 por ciento de batería. «Obsolescencia programada», dicen. Vamos, que con fecha de caducidad.  

Y, especializados como estamos y estaremos –así nos exige el señor Mercado Laboral–, ¿no les damos carta blanca a esos temidos artefactos para reemplazarnos? Y, en un mundo donde parece más fácil encontrar un trabajo con una FP que con dos másteres, ¿tuvo sentido la presión ingobernable a la que nos sometieron el último año de instituto para sacar una carrera universitaria? 

Si ya nadie quiere aprender para ser zapatero, ni a manejar la plata en la platería o el hierro en la ferrería... Si ya nadie quiere ser carpintero ni electricista, ¿acabarán los pocos que sí lleguen a serlo montándoselo al estilo monopolio?, ¿acabarán construyendo una oligarquía de esas que tanto gustan a las energéticas?, ¿nos acabarán cobrando una cuota mensual –y, ya de paso, desorbitada– por llevar zapatos nuevos?

Igual las respuestas están flotando en el viento como cantaba Bob Dylan, aunque a mí me parece que este sólo me despeina; y eso que no me suelo peinar mucho. Así que las busco en las contras del tío Ful que a veces dictan las imágenes de Mauricio y de Saúl. Y me enseñan que hay que empezar a leer el periódico del revés, como el profesor que me enseñaba la historia empezando por el final e hizo que arrancara a fijarme en los nombres de las calles; travesías que, en su recorrido, dan cuenta del pasado y espacio a la ensoñación... ¿Acabarán llevando el nombre del modelo de impresora 3D que construya la casa del futuro alcalde? Y de sus sueños… ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

No sé, pero confieso que yo sólo conozco a un herrero y que hace poco conocí a un periodista. Los dos se sacaron hace unos meses las oposiciones de Adif.

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