29/01/2016
 Actualizado a 11/09/2019
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Aunque escaso en ceremonias en 2015 se cumplieron cien años de la muerte de dos figuras singulares en la historia de Laciana:Francisco Giner de los Ríos y Francisco Sierra-Pambley. Giner vivió suspirando y suplicando por un modelo de educación diferente que coloreara de libertad a niños con futuros grisáceos, esos futuros que la economía del carbón acabaron por ennegrecer. La educación para Giner no era otra cosa que dar las herramientas para que el niño construyese su conocimiento. Inspirado en las ideas de Giner, en 1886 Sierra-Pambley crea en Villablino un revolucionario centro educativo para niños y jóvenes.

Giner pensaba que esta escuela del valle de Laciana debía de favorecer una formación integral de sus chavales. Para esta renovadora educación todo Laciana debería constituir un grandioso aula. La escuela debería de trasladarse con frecuencia al campo, a los museos, a las fábricas, a aquellos lugares en los que la vida verdaderamente bullía. La vocación ganadera de Laciana hace que las enseñanzas propuestas por Giner se centren en lo mercantil y agrario. Así, en la escuela se desarrollará una importante tarea relativa a la transformación de la leche, que fue el germen de una industria floreciente en el valle, las conocidas Mantequerías. No olvidemos que estas mantequillas ganaron la Medalla de Oro de la Expo Universal de Bruselas.

Pero todo este esperanzador futuro acabó en 1936. El gobernador civil de León, en nombre de las autoridades fascistas, acaba con todo. Aquellos ‘filones verdes’ de una economía vinculada a los recursos renovables y a la idiosincrasia lacianiega que Giner defendía fueron enterrados por las expectativas económicas que despertaban los ‘filones negros’ del carbón. El carbón transforma irremediablemente ese campesino (que labra y cría) en un obrero (que explota y consume) y finalmente en un pensionista (ocioso, adinerado y desorientado). El valle se recubre de escombreras y cortas de carbón. Todo, incluso la libertad de los lacianiegos, es dominado por la economía insostenible del carbón que finalmente conduciría a la mayor sangría demográfica española del siglo XXI. Entre 2001 y 2015 Villablino perdió 4.280 habitantes, más del 30% de su población.

Decía Giner: «Si veis en la escuela niños quietos, callados, que ni ríen ni alborotan, es que están muertos: enterradlos». Ahora diría, si veis un valle así: enterradlo. El carbón calló, entristeció y, finalmente, enterró Laciana. Cien años después de la muerte de Giner y Sierra-Pambley quizá haya llegado el momento de resucitar desde sus ideas sus montes y brañas alejándose para siempre de la eterna pesadilla de la vuelta al carbón.
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