No sé si al resto del mundo le sucede lo mismo, pero a mí personalmente me enternece que un peatón levante la mano y hasta esboce una sonrisa cuando detengo el coche ante el paso de cebra para que pueda cruzar hacia el otro lado.
Y qué me dicen de esas personas, que aliviadas te agradecen con unción, que les hayas indicado el itinerario correcto tras haberte preguntado tímidamente por una dirección, después de un rato de búsquedas desesperadas por la cabezonería infructuosa de una perversa indicación del Google Maps.
No sé qué tienen las gracias, sean explícitas o sutiles, que te reconcilian con el prójimo si algún resquemor guardabas.
Parece que fueron nuestros antepasados romanos los que acuñaron la expresión ‘gratia’, como sinónimo de favor, benevolencia y gratitud. Supone expresión de reconocimiento hacia un gesto que se percibe como un regalo entregado sin esperar nada a cambio.
Será por este desprendimiento por lo que el gran Cicerón pudo afirmar que «la gratitud es no solo la mayor de las virtudes, sino también madre todas las demás», así que aprovechando que hoy, día once de enero, es precisamente Día Internacional de la Gratitud, y dado que comienza el año y es época de renovados propósitos, permítanme que brinde agradecida con ustedes por la alegría de tener una familia que nos comprende y amigos leales que nos reconfortan y sostienen.
Seguro que nos sobran los motivos para sentirnos bendecidos: quizá por una profesión donde nos sentimos realizados, o simplemente por haber recibido el don de la vida y continuar disfrutándolo. Si es cierto, como decía el poeta y filósofo libanés, Khalil Gibrán, que «dar las gracias ya es una forma de rezar», me permitirán que una las manos y mire hacia el cielo agradecida por el don de la fe y apele a la gratitud como memoria del corazón para agradecer lo recibido de todos los seres queridos que nos precedieron.
Gracias, también por esta tierra de León que me vio nacer y que el pasado día del Niño se ha vio agraciada con un generoso premio de lotería que a más de uno le permitirá cumplir algún sueño.
Y sobre todo agradecerles, agradeceros a todos que hayáis llegado hasta aquí, que me regaléis unos minutines de vuestro valioso tiempo para pasearos por esta columna y leer los cuatro pensamientos deslavazados que coso y zurzo con los hilos del alma cada semana para compartirlas con vosotros.
Como decía aquella mujer, maestra del humor, que nos regaló tantos ratos felices delante de la pantalla, «agradecida, emocionada, solamente puedo decir, GRACIAS , GRACIAS por venir».