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La guerra fría y caliente

09/06/2024
 Actualizado a 09/06/2024
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Las guerras no tienen temperatura intermedia, son frías o son calientes. Actualmente tenemos dos conflictos candentes, el de Ucrania, el de Gaza y un atizado brasero global. Sobre ello y mucho más aconsejo la lectura del reciente libro ‘La democracia expansiva’, de Nicolás Sartorius, abogado, político y ensayista español.

Al finalizar la II Guerra Mundial, con la derrota de Alemania, Italia y Japón, se plantearon dos grandes opciones. O mantener la cooperación y/o alianza que se había establecido entre EE. UU y URSS durante la guerra o, por el contrario, caminar por la senda de una política de ‘guerra fría’ entre ambas potencias, triunfando la segunda durante toda la mitad del siglo XX.

¿A quién hay que achacar la responsabilidad del inicio de la guerra fría y la subsiguiente carrera de armamentos?, se pregunta Sartorius. En su opinión, al sector más derechista y belicista del capitalismo norteamericano. Aunque, advierte, también pesó la paranoia de la dictadura estalinista. No obstante, hay quienes sostienen, no sin algo de razón, que la guerra fría comenzó realmente entre 1917 y 1918, cuando los bolcheviques tomaron el poder en Rusia y establecieron un sistema económico-social que rompía, por primera vez en la historia, la ‘cadena del capitalismo’. Para Sartorius, más bien que una guerra fría, se trataba, propiamente hablando, de una guerra caliente. Uno de los momentos clave en que se torció el destino de la humanidad fue, desde su punto de vista, con ocasión de las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre de 1944. 

Tras todo tipo de maniobras y trampas, Harry S. Truman salió elegido presidente de EE UU –un oscuro y visceral senador antiizquierdista– tras la muerte de Roosevelt días antes de que terminase la guerra en Europa. Como senador, Truman ya se había pronunciado: «“Si vemos que Alemania va ganando la guerra, ayudaremos a la URSS; pero si es Rusia la que va ganado, ayudaremos a Alemania y, de esta manera, dejaremos que se maten entre ellos lo más posible». Así, en cuanto Truman llegó a la presidencia, las relaciones de EE UU con la URSS cambiaron radicalmente. La actitud de Truman fue prepotente, estribado en que su país acababa de realizar pruebas exitosas con la bomba atómica, y así se lo comunicó confidencialmente a Stalin. Al parecer, el líder soviético ni se inmutó, pero acusó el golpe, ya que de inmediato habló con el físico Ígor Kurchátov y le dio instrucciones para que se aceleraran los planes en disponer cuanto antes la letal arma. Ambos Estados la tienen hoy potenciada, multiplicada y duspuesta.

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