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Guion, guion y guion

01/10/2023
 Actualizado a 01/10/2023
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Quizás la noticia más relevante de estos días haya sido el final de la huelga de guionistas de Hollywood. Se atribuye a Billy Wilder la afirmación de que para una buena película solo hacen falta tres cosas: guion, guion y guion. Y todos sabemos que cuando no hay historia (y por lo tanto no hay ritmo, diálogo o progreso) la película corre el riesgo de acabar provocando el comentario fatídico: «tiene buena fotografía».

Si no hay relato nos enredamos con fotogramas que se repiten y repiten o se detienen ad infinitum. Se ve crecer la hierba, como diría Woody Allen de cierto cine francés, o secarse la pintura, en frase de Gene Hackman. En fin, que nos liamos a manosear una misma imagen o corear una sola palabra. Amnistía, por ejemplo. Amnistía tiene gustillo a voz helénica de enjundia, como las médicas, con esa ‘m’ antes de ‘n’ te deja pensando en una dolencia oculta, en si será pecaminosa o apocalíptica, si constitucional o no. Si tendrá razón Felipe o Pedro, si valdrá la pena rehabilitar a unos para evitar a otros. Pero claro, si no hay trama no puede saberse dónde conducirá y nadie explica nada; no tenemos elementos de juicio para saber si tal quimioterapia salvará o condenará: la acción se estanca.

Investidura es otra palabra que da tantas vueltas que aburre a las ovejas (equivalente castellano de aquellas hierba y pintura). Es vocablo más de andar por casa, de guardarropa, ‘prêt-à-porter u outfit’, según edad. Pero, insistimos, sin ‘guionizar’, como se dice ahora, provoca un hastío formidable. Este empalago tiene responsables: si no hay guionistas es porque los productores no pagan lo suficiente y están probando a ver si se pueden pasar sin ellos. La prueba se realiza a costa nuestra, como todo experimento, a costa de nuestra paciencia y nuestros ahorros. Por ese motivo, a mitad de la serie los productores se han atrevido a presentar a su protagonista para presidente sin contar con votos suficientes, algo que sabemos desde el primer cuarto de hora del primer capítulo. Más aún, se atreven a poner en su boca que si no es presidente es porque no quiere. Como chiste no es gracioso porque sabemos también que es un embuste y no vale ni para macguffin.

Al no haber argumentistas, pasan cosas absurdas por doquier: una presidenta de parlamento regional (en Aragón) niega el saludo a una ministra y una secretaria de Estado, olvidando que está ahí como representante de una institución, no de sus propias tripas. O un vicepresidente (de aquí) le da una pasta a una empresa por unas manchas de colorines copiadas de un repertorio que, dice, nos representan. Tiene su lógica, pues no son pocas las manchas con que está decorando la región, pero tampoco funciona como broma, solo es una vergüenza más. Repite fotograma.

En resumen, la serie está siendo aburridísima y absurda. Menos mal que los guionistas han vuelto al tajo. A ver si arreglan este panorama.

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