27/03/2021
 Actualizado a 27/03/2021
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Como bien me dijo Javier Cuadrado el otro día mientras viajábamos en un tren (de los que aún no nos han quitado) «vamos a hablar de lo serio». Y allí, en el vagón, estuvimos hablando de lo serio, con mascarilla y con la distancia de seguridad pertinente, prácticamente todo el trayecto.

Creo que a Javier le conozco de toda la vida, la Venatoria imprime carácter y personalidad, pero pocas veces habíamos charlado «de lo serio». Y si se preguntan qué es a lo que me refiero, no es otra cosa, que lo que ayer se inició con la procesión de la Virgen del Mercado. Muchos incrédulos pensarán que la Virgen no desfiló por las calles, y que no iba acompañada por mujeres (algún día habrá que dar el protagonismo total a ellas, se lo debemos) con sus velas. Pero la realidad es que sí salió.

La Semana Santa está presente, y como decía Ignacio Fernández Sobrino en su pregón, «No hay Pasión sin cruz». Seguramente estos días sirvan para que paremos un poco esta vida de locos en la que vivimos, porque vamos tan deprisa que hace que no nos preocupemos de las cosas verdaderamente importantes.

A muchos de nosotros estos días nos valdrán para volver a encontrarnos con nosotros mismos, para pensar, y sobre todo, para valorar aún más si cabe todo lo que tenemos.

Yo siempre he concebido esta semana mayor como la época feliz y entrañable. Siempre he estado más cerca del aplauso respetuoso que del silencio sepulcral. Por eso lo de imponer nunca ha ido conmigo, porque entiendo que esto va de corazón y de verdad.

Este año las túnicas no se airearán los días previos ni se plancharán, no se limpiarán los instrumentos, ni se cepillarán los zapatos consiguiendo el brillo deseado. Este año los capirotes se han sustituido por mascarillas, y las túnicas, se han transformado en las ‘epis’ de nuestros sanitarios.

Lo maravilloso de la Semana Santa es que no es necesario desfilar para vivirla y sentirla intensamente, pero la línea que divide ese apasionamiento y el fanatismo es muy frágil, tan débil, que a veces es muy fácil traspasarla.

León y sus gentes necesitan de la anestesia de la Semana Santa y ésta necesita una ciudad en plenas facultades, madura y a la altura de las circunstancias.

Son muchos los que ya no están, y a ellos les debemos hacer las cosas con un poquito de sentido común. En un mundo de emociones como éste, es muy complicado, pero arriesgar en llevar a cabo grandes reuniones y eventos en los que no hay necesidad, nos lleva una vez más a lo mismo, a la parte oscura de la Pasión, a la que siempre hemos criticado y por lo que siempre nos han atizado, y ya sabemos todos de qué hablo…
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