05/11/2024
 Actualizado a 05/11/2024
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Hace ya un año que escribiste la última crónica de tu vida. Esa que nadie quiere escribir, pero a la que irremediablemente todos nos tenemos que enfrentar tarde o temprano. No pudiste teclearla en el ordenador para que saliera publicada en este periódico, ni contársela a Javier Chamorro en Onda Cero, pero no tengo ninguna duda de que en tu interior sí lo hiciste. No te creo capaz de haber dejado escapar esta noticia, porque nos guste o no, la muerte de uno mismo es una de las exclusivas más importantes de la vida de una persona.

Hace ya un año que me sentí orgulloso, como hijo y como periodista, por toda la gente que acudió a despedirte. Tú quizás lo esperaras, pero te aseguro que a día de hoy todavía estoy emocionado y sorprendido por las muestras de cariño y respeto que sentí el día de tu adiós. Ojalá que el día que yo escriba mi última crónica, los míos puedan decir lo mismo.

Hace ya un año que en la iglesia me dirigí a todas las personas que fueron a acompañarte y les dije que nos dejaba un personaje. En ese momento lo creía firmemente, pero cada día que pasa estoy más seguro de ello. No te imaginas las veces que ha salido tu nombre en conversaciones de todo tipo en estos últimos doce meses. Eso sólo tiene una explicación, has dejado una impronta imborrable y eso lo consiguen muy pocas personas.

Hace ya un año el sur de León perdió un periodista de raza hecho a sí mismo y que durante décadas dio visibilidad a lo bueno y lo malo que sucedía en ese territorio. El periodismo de pueblo que tú desarrollabas está en peligro de extinción. Poco a poco esa generación irrepetible de corresponsales de comarcas nos vais dejando por obligaciones del guion. Nunca se os reconocerá como os merecéis lo que habéis hecho por las zonas rurales de nuestra provincia.

Hace ya un año te prometí que acabaría de rematar el libro que escribiste en vida, pero que el cáncer no te permitió finalizar. Me pediste que además escribiera el prólogo. No te voy a engañar, no he tenido los arrestos de hacerlo. No he encontrado la fuerza y valentía de leer lo que con tanto esfuerzo y cariño escribiste y menos aún de ponerme delante del ordenador para escribir el prólogo del libro que escribiste antes de morir. Eso sí, sabes que soy un hombre de palabra, así que me armaré de valor más pronto que tarde para hacer el trabajo más bonito y triste a la vez que un hijo puede hacer.

 

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