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Hasta que el cuerpo aguante

14/08/2024
 Actualizado a 14/08/2024
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Es propio del verano celebrar las fiestas de los pueblos; mientras los naturales conservan aún la casa paterna y los recuerdos. También se concitan cada vez más gentes de fuera que huyen de las aglomeraciones y el agobio.

En el caso de esta provincia hay una singularidad climática que no valoramos. Me refiero al contraste entre el rigor del sol a medio día y el frescor de las tardes al oscurecer. Podemos dormir como niños, con una escuálida mantina o un cobertor. En la mayoría de las capitales la canícula del día se prolonga durante la noche y ésta se convierte en un infierno de insomnio. Si lo del calentamiento global fuera cierto, habría que promocionarlo y sacar provecho mientras dure.

Cuando la gente acude al prao donde se celebra la feria, suele llevar la sed y una prenda ligera que abrigue algo. Las mujeres van con la rebequina al brazo y los hombres camisas de manga larga o jersey al cuello. Todavía tirito al recordar el frío del Festival de Riaño del verano pasado. Aunque en esta ocasión, tomé la precaución de llevar una chupa y disfruté de la música de Taburete y de Calamaro, entre la luz de la luna y las tenebrosas aguas del pantano. Qué bienestar.

 Las fiestas vienen determinadas por el santoral y se celebran San Roque, San Antón (para los animales de cuatro patas) o la Virgen de la Velilla, con sus exvotos. En verdad, muchos de estos episodios tienen que ver con el calendario romano, del que somos herederos.

Como un extra de las fiestas, este año, vimos en el bar los Juegos Olímpicos. Sorprendentemente, o no, de todos los deportes el que más prestaba a los paisanos era al voley playa; aunque ninguno supiera ni papa, ni reglamento, ni tanteo. Ya imagino.

Con todo, no fueron estos Juegos los mejores de la historia. Ocultaron que las aguas del Sena, principal escenario de los eventos, eran pútridas y sólo aprovechables para que los turistas naveguen a bordo de un Bateau Mouche (barco mosca) viendo la ciudad nocturna o cenando en la cubierta (si te lo puedes permitir).

Como tantas cosas, sobraron los despropósitos que hicieron burda mofa de la Santa Cena. ¿Qué clase de humor es el de estos pervertidos? Salvo que pretendan, sacar cuota de pantalla y escandalizar a la gente decente para que, poco a poco, vayan viendo como normal lo que no lo es.

Otro disparate irritante y morboso fue el desfile de unas Maria-Antonietas decapitadas, cantando un vodevil. Eso de rebanar cabezas no es broma, desde el momento en que, en ciertas partes del mundo, donde no pisan drags ni feminazis ni activistas del sexo, se blande el alfanje sin titubeos.

Ni siquiera los jacobinos pensaron guillotinar a Luis XVI ni a la Reina. Pero, si acabaron sentenciados a muerte, fue porque la Reina pidió ayuda a su padre -Emperador del Sacro Imperio Germánico- para que las tropas austríacas aplastaran la Revolución de 1789 y recuperar el trono. Sus manejos constituían un delito de alta traición y, por consiguiente, la guillotina se activó.

En este punto atroz me pregunto: ¿Cómo hemos de calificar los contactos de Puigdemont con Vladimir Putin? No es alta traición que acuda a una potencia extranjera para recibir diez mil combatientes que luchen contra España y forzar la independencia del Condado separatista. Dada la ineficacia y disidencias entre los “mozos” es natural que busque ayuda exterior. A este errático personaje, estrafalario, que hace el juego sucio al gobierno, habría que ponerle a buen recaudo, en una jaula del zoo quedaría bien. Pero el gobierno se esconde y está más pendiente de los manejos de la familia Sánchez, que de cualquier otra cosa.

Volviendo al inicio, aclarar que las auténticas fiestas, las de los pueblos de León, llenan las calles con banderines multicolores y comienzan con una temprana misa de campaña y acaban con la discoteca móvil “hasta que el cuerpo aguante”.

 

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