Atento, leí la noticia completa cuyo titular decía: «Vox reactiva su campaña de odio contra los migrantes acogidos en el Chalé del Pozo». Después observé y leí la primera de las fotos que, más que ilustrar, aún empuerca más la dañina vejarrona, nada tiene de nueva buena y menos de buena nueva. Y fue ahí cuando y donde la que creía sencilla aversión se me fue convirtiendo en una profunda y entristecedora repugnancia. ¡Qué sabiduría y suerte! contar con la RAE, y su diccionario, que fiel a su lema «limpia, fija y da esplendor» me/nos ayudan a conocer el nombre exacto de las cosas en que se va concretando nuestro vivir los días, la existencia. Después, como el buen gobernador de afectos y saludos que intento ser, miré con detención la foto en que unos voxistas posaban debidamente (no dejan de representar un riesgo o peligro) ataviados de chaleco reflectivo amarillo. Por suerte ninguno de los posantes –uno cara al sol, alguna sonriente, otras con cara de póker y otra de no sabe/no contesta– se encuentran entre mis saludados, distinguidos ni, aún menos, quereres o cariños.
Fue entonces cuando sentí la necesidad de buscar el término exacto que definiese, que concretase la pronta –a veces parezco nuevo– sensación de aversión que me crecía y ocupaba. Y a dónde mejor acudir que al diccionario de nuestra RAE para encontrar saber y justedad. Y sí, allí iluminaba, cual creciente y a la par menguante crepúsculo de amanecer, fija la voz precisa junto al esplendor de sus tres significados: «asco».
Sí, aquella malintencionada reducción a simple mancha de la imagen de los inmigrantes acogidos, sin duda fue la causa de mi «alteración de estómago causada por la repugnancia a algo que incita al vómito». Sí, sin duda aquella leyenda de «¡Extreme la precaución en esta zona! PP y PSOE están repartiendo ilegales aquí», me causaba una «impresión desagradable causada por algo que repugna». Y sí, aquella segunda foto en que personas semejantes a mí y a los inmigrantes, junto a la firma (Vox) de los criminalizadores carteles y octavillas pegados y repartidos representaban con total justeza la tercera acepción, eran las «persona(s) o cosa que produce asco».
Recordé la frase del escritor francés Olivier Guez que cierra la película de Óscar Aibar ‘El sustituto’: «Cada dos o tres generaciones, cuando se agosta la memoria y desaparecen los últimos testigos de las masacres anteriores, la razón se eclipsa y otros hombres –(y mujeres)– vuelven a propagar el mal». ¡Ay amnesias! Lo dicho: asco.
¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.