Heráclito de Éfeso, filósofo presocrático que vivió entre los años 540 y 480 antes de Cristo, defendía la idea de que la naturaleza está en constante movimiento y de que todo está continuamente cambiando. Para explicar esto, Heráclito utilizó una metáfora sumamente acertada, la cual decía algo así como que es imposible que una persona se bañe en el mismo río dos veces, porque ni la persona ni el río serán los mismos. De esta manera, expuso su pensamiento de que «todo fluye» y de que todo el tiempo se están produciendo cambios.
Cuando empecé a interesarme por la filosofía y por la historia de esta, las ideas de Heráclito, al igual que las de algunos otros filósofos de su época, llamaron mi atención desde el primer momento. Me resultó enormemente curioso que, algunas de las teorías establecidas por pensadores que vivieron muchos siglos atrás, concuerden de forma tan sorprendente con la psicología más científica y avanzada, así como con la biología, con la química, con la física y con otras ciencias experimentales.
Pero aquí me centraré en la concordancia con la psicología, que es lo que a mí me concierne. Y para ello, Heráclito de Éfeso me parece uno de los mejores ejemplos. Es innegable que los seres humanos estamos en constante cambio. A nivel fisiológico, nuestras células están continuamente renovándose, con todo lo que ello conlleva. Y a nivel psicológico, nuestros sentimientos, pensamientos y comportamientos, van variando con el paso del tiempo. Nuestras creencias, cambian; nuestras opiniones, cambian; nuestra forma de actuar, cambia; nuestro estilo de vida, cambia. Todo cambia y, por consiguiente, «todo fluye». Si María y Paco, que coincidieron en el pasado, vuelven a coincidir en otro momento de
sus vidas, ni María ni Paco serán los mismos, al igual que ocurre con la persona y con el río de la metáfora.
Otra de las cuestiones sobre las que más habló Heráclito, fue la «oposición de los contrarios» o «lucha de los opuestos». Con esta idea, pretendía explicar la existencia de las contradicciones y, a su vez, la necesidad de que dichas contradicciones existan. Por poner un ejemplo de esto en relación con la psicología, si nunca pasásemos por malos momentos, no seríamos capaces de valorar los buenos. O, dicho de forma un poco más «poética», sin la oscuridad de la noche, no apreciaríamos la claridad del día. O sin el invierno, no valoraríamos el verano. De esta manera, Heráclito defendía que, tanto el bien como el mal, tienen su función y son necesarios para que el mundo funcione. Yo aquí añadiría muchos matices y pondría muchas limitaciones, pero en esencia, creo que su idea es bastante razonable.
La psicología es la ciencia de la conducta, y la conducta está basada en continuos cambios. Al mismo tiempo, los contrastes y las contradicciones, inevitablemente presentes en el día a día, ejercen su influencia en dicha conducta y en dichos cambios. Por tanto, salvando las distancias y teniendo en cuenta su contexto y la época en la que vivió, podemos afirmar que, en determinadas cuestiones, Heráclito no se equivocaba. Heráclito tenía razón. Y al igual que él, muchos otros filósofos que, solamente con la utilización de la inteligencia y de la razón, lograron adelantarse a descubrimientos científicos que llegarían muchos años más tarde. Y este es uno de los numerosos motivos por los que la filosofía me parece una disciplina imprescindible y fundamental. Sin ella, es imposible comprender el mundo. La filosofía es la madre de la psicología y es la madre de todas las demás ciencias. Es la raíz de la que nace el frondoso árbol del conocimiento, y es por ello por lo que nunca debemos dejarla morir.