Por fin voy a hablaros de los ratones. Sé que lo estabais esperando. O más bien del hombre que amaba a los ratones. Tenemos una plaga en la casa de la aldea y sé a ciencia cierta que no se va acabar nunca. Hay ratones en la cocina, en el dormitorio, y sobre todo, en la leñera. Los ratones de la leñera se cuelan entre los agujeros de la tarima del salón e invaden el resto de la casa. El hombre que amaba los ratones decidió que no iba a poner ratoneras mortales. Fue a la ferretería y las únicas trampas que había eran para animales más grandes, zorros, jinetas, que las mirabas y te daba dolor de corazón pensar en esos pobres bichos y su destino fatal. El hombre que amaba los ratones encontró una trampa por Internet. Es como una caja de zapatos, pero hecha de malla, y cuando el ratón se come el queso, se cierra la puerta con un clonc metálico. Él ha trabajado con trampas para colocarles geolocalizadores a los osos pardos, es el mismo tipo de trampa, pero con otra proporciones, claro. El hombre que amaba los ratones decidió que como cebo alternaría parmesano y chorizo de León. ¿Por la intensidad del olor?, pregunté, y del sabor, añadió él (eso ya me hizo sospechar). Así que cada día escuchamos una o dos veces el clonc, lo que significa uno o dos ratones, después tiene lugar una ceremonia en la que Pequeño Zar los admira, los bautiza con nombres italianos, ‘Bellissimo’, ‘Putana Miseria Cane’, etc., y los suelta a la entrada de la aldea. Cuando el hombre que amaba los ratones está solo, coloca la jaula enfrente durante el desayuno y le da al ratón cachines de tostada.
Yo opino que es siempre el mismo ratón, cada vez más orondo y feliz (parmesano y chorizo, imaginaos) o que son parientes, que se ha corrido la voz en el universo ratonil y que ya hay turnos para colarse dentro de la jaula, zamparse el delicioso cebo y darse un paseo por el aire hasta volver a la naturaleza. Hemos descubierto que en la trampa caen dos tipos de ratones: los grises y los marrones. Los grises son los caseros y pertenecen al género Mus Musculus; los marrones son de campo, Apodemos Sylvaticus. El hombre que amaba los ratones explica que son dos géneros tan diferentes como, por ejemplo, el león y el tigre. Me cuesta entender esa comparación, la verdad, pero si cazar ratones es como cazar osos, pues debe de ser cierto. Ayer recibí una llamada del hombre que amaba a los ratones: ¿Tienes esmalte de uñas en casa? ¿Para qué? Para marcar a los ratones, me intriga averiguar si son los mismos que vuelven, si están desarrollando algún tipo de aprendizaje inteligente.
¿Entendéis por qué la plaga de ratones no se va acabar nunca? Pues eso.