Hay tres tipos de políticos. Están aquellos que pasan por la política, pero la política no pasa por ellos. Simplemente, por circunstancias del destino, se han encontrado ocupando un cargo de representación en una institución o en el poder legislativo. Este caso no merece la pena extenderse mucho más, simplemente pasan sin pena ni gloria y su aporte a la sociedad no va más allá de asistir a alguna misa patronal, inaugurar las fiestas de un barrio o ir ‘de gorra’ a eventos varios.
El segundo tipo de político, es aquel que tiene lo que para mí son las características básicas para empezar a ser un buen político, y que ya he comentado en alguna ocasión: honradez, empatía y sentido común. Cualquier otra virtud es ‘a mayores’ y por supuesto bien recibida, pero si falta cualquiera de éstas que les comento, no hay nada que hacer y se pasa un tercer tipo de político. Por este segundo tipo de político es por el que las sociedades avanzan y los pueblos y ciudades cambian. Este tipo de político vocacional es el que más sufre con la generalización de los ciudadanos sobre la clase política, porque realmente creen en lo que hacen y generalmente lo hacen bien, al menos durante un tiempo. Saben captar las necesidades de sus vecinos y efectivamente actúan como representantes públicos, con sus aciertos y sus fallos, pero con honestidad y sin contradicciones.
El tercer tipo de político es el que carece de una, dos o tres de esas virtudes básicas.
A los que les falta la honradez, pasan al capítulo de delincuentes y terminan buscando su propio beneficio de forma ‘discreta’ o de forma obscena, llevándoselo a manos llenas. Son los que ensucian la profesión y, por regla general, también carecen del resto de virtudes.
A los que les falta empatía, pasan al capítulo de enfermos y son incapaces de ponerse en el lugar de los ciudadanos, llegando incluso a tener un perfil totalmente psicopático y narcisista, más preocupados en destacar y poner chorradas en sus redes sociales que en resolver problemas reales, pisar la calle o pasar tiempo con sus paisanos.
A los que les falta el sentido común, no entienden la política como una herramienta para hacer cosas positivas, transformadoras y generadoras de riqueza. No ven la política como medio, sino simplemente como un fin en sí mismo. Ese tipo de político es el que se encuentra con dinero y hace obras sin justificación social o económica, se ponen a peatonalizar o pintar calles sin sentido, conceden subvenciones porque sí sin atender a su necesidad real, prometen parques de bomberos y luego no los dota, hacen ferias de productos en el lugar donde se producen en lugar de donde se consumen, crean plataformas digitales para el comercio local sin saber muy bien cómo ni por qué…
Ese tipo de político también se lanza a pedir una nueva autonomía ignorando una posible hoja de ruta, llegando a convocar una manifestación contra sí mismo y sus socios de gobierno, como es el caso de la manifestación de este domingo frente a la Diputación.