Charlaba días atrás con amigos respecto al alumbrado de León. Coincidíamos en que es manifiestamente mejorable. Monumentos al margen, que reciben distinta atención institucional, la mayoría de los barrios entran durante el invierno en fría penumbra cuando se apagan las luces del comercio local, si es que lo hay. Salvo excepciones, incluso las calles del centro requieren un poco más de alegría lumínica.
La capital leonesa necesita mejorar su iluminación. Es un asunto que viene de lejos y que, pese al empeño de algunos alcaldes, no está resuelto. Para nada. Al tercer intento, en 2018, se privatizó por casi 21 millones de euros el alumbrado público de León. Votaron a favor PP y PSOE, el resto de formaciones no estaba por la labor, llegando algún grupo municipal a llevar la decisión a la Fiscalía, que negó cualquier tipo de irregularidad contractual.
Unos años antes, en 2013, el Ayuntamiento había encargado una auditoría externa para conocer el estado en el que se encontraba la iluminación de la ciudad. El resultado fue tajante, había que renovar 20.000 luminarias para optimizar, entre otras cosas, la eficiencia energética del alumbrado con tecnología led. La entonces catastrófica situación financiera municipal impedía tomar medidas reparadoras con la luz nocturna de León.
Una vez realizadas las obras de mejora de las infraestructuras pertinentes, hace cinco años, la iluminación ha seguido siendo pobre. Lo peor es que se cumplen las especificaciones de un contrato que se quedó corto a todas luces (nunca mejor dicho). Así que no queda otra que esperar hasta que espire el mismo para tomar alguna decisión que revierta de verdad la situación.
En la conversación con mis colegas, el definitivo argumento para demostrar que la ciudad de León no está bien iluminada no fue otro que hacer la comparativa al visitar otras capitales de nuestro entorno. Es lo que hay.