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Imposible ser más imbéciles

31/05/2024
 Actualizado a 31/05/2024
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Durante el mes de mayo ha sido juzgado en León un varón que, con unos 25 años de edad, tuvo relaciones sexuales con una niña de 12 años dejándola embarazada. Las relaciones sexuales continuaron y la niña volvió a quedar embarazada en 2019 y en 2021.

Esta semana hemos conocido que la Audiencia Provincial de León ha condenado al individuo a 8 años de prisión en lugar de a los 37 años que le caerían a «todo hijo de vecino» por la gravedad que viene a significar una violación sistemática de una menor, y el motivo de la rebaja de pena ha venido motivada por los atenuantes de consentimiento y pertenencia de ambos a la etnia gitana.

Tras tal polémica condena, la directora general de Igualdad de Trato y No Discriminación y contra el Racismo del Ministerio de Igualdad, Beatriz Micaela, criticó la decisión de la Audiencia calificándola de absoluta vergüenza.

Para finalizar con la secuencia de noticias surrealistas, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León ha salido al paso en defensa de la Audiencia Provincial de León al haber un «reconocimiento de los hechos y una rebaja de pena por parte de la Fiscalía, con la que estuvieron de acuerdo el resto de las acusaciones» y porque, aunque había diferencia de edad, ésta no era «excesiva» (13 años según los medios).

El caso es que, en occidente, de buenos ya pasamos a tontos demostrando cada día que es imposible ser más imbéciles, criticando de manera furibunda los supuestos excesos y abusos de nuestra «diabólica» cultura judeocristiana con una continua y perpetua autoflagelación por los «crímenes» cometidos a lo largo de la historia contra las mujeres, las minorías, los habitantes de las zonas colonizadas o contra los animales.

Sin embargo, ante otras culturas y tradiciones que van desde el maltrato a la mujer, el asesinato de homosexuales, las violaciones sistemáticas, la imposición de burka, nicab, chador o hiyab, el terrorismo o el sacrificio masivo de animales, nos ponemos estupendos y lo aceptamos como tradiciones venerables, mostramos una comprensión que no tenemos ni para nosotros mismos, saliendo a manifestarnos y acampando en campus universitarios pidiendo unos derechos para unos lugares donde son los primeros donde no se respetan los derechos humanos, incurriendo en estúpidas contradicciones portando banderas y eslóganes totalmente incompatibles.

Por sacar algo positivo de todo este asunto de la sentencia, disfruto sádicamente imaginando cómo estará sufriendo todo ese rojerío progresista intelectualoide mirándose al espejo y enfrentándose a sus propias contradicciones cuando por un lado tendrán la necesidad de defender las costumbres y tradiciones de una minoría, por aberrantes que sean, mientras que por otro lado tendrán la obligación de defender a las mujeres ante todo y ante todos, salvo que piensen que hay mujeres de primera y mujeres de segunda, tal como piensan que hay españoles de primera y españoles de segunda.

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