Bulos, fango, transparencia… el inquilino de La Moncloa es un caradura. Pero de los gordos. Y, con diferencia, el más mentiroso del Reino de España. Dice una cosa y la contraria y se queda más ancho que alto. Le importa todo tres cominos (en lenguaje de la calle tres cojones) con tal de seguir donde está, bien apoltronado y haciendo del país su chalé particular. Hay veces que su comportamiento recuerda al de Carmencita, la hija del general (ísimo), quien, cuando miraba desde las alturas por la ventanita ovalada del avión, aseguraba que todo lo que veía «era de papá». Pues algo así le debe ocurrir al ‘amo’ del Gobierno, que se cree por encima del bien y del mal con sus continuas y repetidas trapisondas.
Ahora, que le ha hecho pupa la situación de su amantísima esposa y compañera, doña Begoña, y la de su propio hermano, el músico domiciliado en Portugal, del que, cuentan, percibe una nómina por no ir a trabajar, arremete contra la prensa. Mejor dicho, contra una parte de los ‘pérfidos’ medios de comunicación, que no le bailan el agua. Porque en esto, señoras y señores, se basa su arranque de ira (in) contenida en el Congreso de los Diputados esta semana.
Y es que resulta, señor guardia, que los periódicos, radios y cadenas de televisión afectos al ‘régimen’ son objetivos en sus informaciones. ¿La razón? Que glorifican al líder y a sus adláteres, dando credibilidad, llueva o haga sol, a los muchos desmanes que emanan del Ejecutivo que preside el que, según señala el ministro Puente, es el puto amo del país. Los demás, esos que llaman medios conservadores, son manipuladores, boleros y fachas. Y más cosas, que, por decoro en el lenguaje, no se atreven a decir en público, pero sí en privado. No obstante, todo se andará.
En la memoria de algunos –más bien pocos, esa es la verdad– todavía tiene su hueco aquel cara a cara entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy durante la campaña electoral de 2015. Sánchez, al que se le va la fuerza por la boca –el típico bocachancla– llamó a Rajoy indecente en un momento tenso del debate y se quedó tan holgado.
Han pasado los años y aquella miserable afirmación del hoy ‘amo’ de La Moncloa se le ha vuelto como un bumerán. Porque indecente, lo que se dice indecente ha sido la forma de gobernar del sujeto en cuestión, transmutando su menesterosidad política con eso de los cambios de opinión. Y viene, en estos momentos, muy digno en el ademán, a hablar de la máquina del fango y toda esa serie de gilipolleces que le escriben sus asesores y que en política se definen como argumentarios. Con el asuntillo de su esposa y los presuntos tejemanejes de su hermano, se ve ya con el agua al cuello en plena canícula. Y se revuelve. La verdad es que hay veces que se comporta como un leño.