02/09/2024
 Actualizado a 02/09/2024
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Como siempre recurro a la RAE, que no lo recoge, para ver qué tiene que decir sobre un anglicismo demasiado utilizado: influencers. La RAE es una fuente fiable, sí, pero, en mi opinión, menos que las mechenderas: «Las bartolas o Las Canales», donde alguna resaca que otra aplaqué.

Sí, ya sé que a muchos no les parecerá bien que escriba en español una palabra que casi todo quisqui dice en la lengua de Shakespeare, pero yo prefiero hacerlo en la de don Miguel de Cervantes, máxime ahora que alguien dice que era de Córdoba y no de Alcalá de Henares. Por no hablar de mi admirado don Miguel Delibes, que, mira tú por dónde, podría haber nacido leonés, pero… no, fue pucelano. Si bien, no será por el «rosario» de grandes e insignes leoneses que se han cubierto con el cedro y la mirra de las letras y de los que, tan solo, citaré a dos: don Luís Mateo Díez o el gran don Julio Llamazares.

Pero volviendo a los influenciadores, (influencers para los anglófilos), lo cierto y verdad es que cuando las marcas los contratan por algo será, y podría ser porque existe negocio o transacción económica interesante para ambos, ¡digo yo!, puesto que muchos venden su esbelta figura a cambio de publicitar tantos cuantos cachivaches imagines.

Aunque debe ser muy rentable dado que, algunos, muy patriotas, supongo que para no saturar el patio ibérico o ¡para pagar menos impuestos!, establecen su domicilio y se pasan con armas y bagajes al muy comunista, y mucho comunista, Principat D´Andorra.

Lo curioso es que es una nueva corriente que nos llega de EE.UU., como tantas otras, y pensar que hace tan solo quinientos años, que en Salamanca y Santiago ya había Universidad, estos aún andaban en taparrabos por el Viejo Oeste, a tiro limpio, entre caballos, saloones, whisky, cowboys, colts, wínchester, indios apaches y hasta Gerónimo, rubias excesivas y mesoneras orondas… Salud.

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