De entre los deportistas españoles más relevantes de los últimos veinticinco años quedaban dos colosos por retirarse, Rafael Nadal y Andrés Iniesta. Y han querido los chavales hacerlo esta semana cuarenta y uno del año los dos. Por lo que como han sido poco espabilados para saber distanciarse lo suficiente y darse aire mediático, se merecen que les apliquemos ese jueguecito tan entretenido y pelín malicioso que consiste en posicionarse, escoger bando, elegir a uno de los dos. Es un poco injusto, pero decantarse anima el cotarro. ¿Son de Iniesta o de Nadal? Quien no lo tenga claro, que repase.
Rafael Nadal comenzó a pegar raquetazos en el circuito ATP a los quince años con aspecto de indio todopoderoso bendecido por la tormenta y no ha parado de batirse hasta, victorioso las más de las ocasiones, hacerse con noventa y dos títulos individuales. Es la determinación llevada al extremo, ese en el que tu pie se parte por la mitad porque arrastra un problema del escafoides desde siempre y no sabes parar. Fuera de la pista se le recordará por estar siempre dando la cara, el abanderado perfecto. El ejemplo al que seguir en tiempos adversos. Un intangible de valor incalculable que ahora también va a disfrutar Arabia Saudí.
Agradecido hasta el final a toda la «industria» del tenis, nadie conculca mayor respaldo. O casi nadie…
Andrés Iniesta se fue con doce años a la Masía del FC Barcelona con todo el dolor de su corazón y toda la lucidez de su cabeza. Cuarenta títulos y todos los galardones posibles menos el Balón de Oro (lo cual sin lugar a dudas resta dignidad al Balón de Oro) se puede afirmar que ningún jugador contemporáneo de cualquier latitud jugaba con ese genio. Verlo desde la grada en el campo (por lo cual doy gracias a Barcelona) solo era comparable a ver los dibujos animados de Benji & Oliver que sirvieron para ilustrar su excelencia. Jugador de equipo a la vez que lidiaba con emociones difíciles en su interior, acabó en Japón guiñándole un ojo a la vida. Es el autor del tanto español más valioso de la historia del deporte rey, lo cual agradecen todos los archienemigos de su equipo del alma.
Como la mayoría de ustedes, yo tengo el corazón dividido, pero me puede la atención al origen en la búsqueda del mérito. Y ahí, cuanto más humilde más merecido me parece. Soy de esos.