Secundino Llorente

Italia, a pesar de todo, «ti voglio molto bene»

13/06/2024
 Actualizado a 13/06/2024
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Os decía hace un mes, antes de salir de viaje para la Emilia y el Véneto italiano, que a la vuelta os comentaría lo ocurrido. Ahora ya estamos en la fase final, en el momento del recuerdo, mirando las fotos.

¿Qué esperábamos de este viaje a Italia? Yo pienso que todos queríamos ir a sentirla y vivirla. Y creo que lo hemos logrado: Hemos recordado en ella sus sensaciones, el ‘prego’ de viandantes, los colores de las calles, el desparpajo de las noches largas mirando los canales. La ‘piazza’ siempre llena de gente y vacía durante la noche cuando teníamos la suerte de caminarla sin prisas. Queríamos pasear por ciudades desconocidas, admirar obras de arte, disfrutar de los paisajes, el clima y la gastronomía del lugar, saborear los ‘gelati’. Durante muchos años vine con mis alumnos a Italia en primavera. Ahora mi compromiso ha sido con 52 compañeros jubilados. He cambiado los potros pura sangre de 17 años por los caballos sesentones y maduros que disfrutan de sus paseos y sus recuerdos. Es verdad que he perdido en fuerza y energía, pero he ganado en tranquilidad y reflexión. Esta vez fueron 5 días en Bolonia y 3 en Venecia. 

Intentar resumir ahora lo que una persona puede ver en Italia siempre corre el riesgo de quedarnos cortos. En nuestros recorridos en autobús quedábamos impresionados por su vegetación, por la perfección de los campos de maíces, forraje, frutales, viveros… Todo tan cuidado que parecía una postal. Recorren la Emilia-Romaña afluentes del río Po. Hectáreas de cultivos impecablemente alineados. ¡Qué maravilla! Resaltaré lo que más me impresionó en cada ciudad: Bolonia es la capital de la Emilia-Romaña. Destaca la Piazza Maggiore con gran ambiente y rodeada de edificios medievales, como el Palazzo del Podestà. Me ha chocado el ‘complejo de S. Stefano’ y sus 5 iglesias, todas diferentes y con la finalidad de recordar la pasión de Cristo. Ferrara ha resultado una grata sorpresa con su Castillo Estense y la ampliación Hercúlea que convierte a una ciudad medieval en renacentista. Parma, con su Baptisterio y la joyita del relieve de Antelami en el duomo. Módena, con la torre ‘Ghirlandina’ y la pequeña estatua de la ‘Bonisima’ en la plaza, con sus apasionantes historias. Rávena fue Capital del Imperio Romano entre el siglo V y el siglo VIII, y Capital del Imperio Bizantino en Europa. ‘La ciudad del mosaico’, se encuentran muestras de mosaicos en las iglesias y baptisterios. Yo destacaría los de San Vitale. Padua, con la basílica de S. Antonio en la que impresiona la espiritualidad de los visitantes. Por último, Venecia. La mayoría ya la conocían, pero, como decía Nelson Mandela, «no hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta de cuánto has cambiado tú». Lo imprescindible era la Basílica de San Marcos y campanile, la Plaza de San Marcos y su Caffè Florian, la Torre del Reloj, el Palacio Ducal, el Puente de los Suspiros o el Puente de Rialto. Venecia es una ciudad hermosa y romántica, literalmente, diferente: Arquitectura centenaria con callejuelas adoquinadas. Mi consejo es dejar el plano e ir «a la aventura». Se necesita poco tiempo para salir de los caminos más concurridos y encontrarse en callejones y plazoletas silenciosas y casi desiertas. Es perfecta para recorrer a pie. 

Todo ha salido «redondo». Yo había soñado con el grupo de ‘los 52’ paseando con los pinganillos escuchando la maravillosa explicación de nuestra amiga y profesora Mariam, que sonaba a música celestial en aquel escenario desconocido. Y el sueño se hizo realidad. Muchas gracias, Mariam, tus explicaciones han vuelto a ser el toque de calidad del viaje. Hoteles limpios, acogedores y céntricos; con el autobús a nuestro servicio y sin prisas; desayuno y cena en los hoteles y las comidas donde coincidiera. Así da gusto, esa es la suerte de estar jubilados. ¿Hay quién dé más? Imposible. Hemos degustado pastas de todos los sabores. Las ‘pizzas’ se consumen en todo el mundo, pero aquellas son otra cosa. Los ‘cappuchini’ son exclusivos de Italia. Tienen un toque especial y la magia está en conseguir el punto exacto. Los ‘gelati’ son únicos en el mundo. Al saborearlos te das cuenta de que los nuestros son sucedáneos. Con el tiempo he aprendido que nos regalaron los nombres, pero la calidad se la han quedado ellos.

Cada turista recuerda sus viajes de una forma subjetiva y personal. A mí, de ‘la Emilia y el Veneto’, me impresionaron todas sus ciudades, especialmente Venecia. Pero la visita de estas maravillas exige unos aranceles y un peaje para evitar la masificación. Nos preguntábamos que, si el primer viernes de junio aquellas estrechas calles estaban así, ¿Qué pasaría en agosto? Sufrimos una cola de más de dos kilómetros para pasar la aduana en el aeropuerto de Venecia. Nos abrasaron a impuestos y tasas turísticas. Verdaderas plagas de rateros nos hicieron expertos en denuncias de hurtos en la policía. Italia, a pesar de todo, «ti voglio molto bene».

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