Dicen que todos los caminos conducen a Roma, pero en este país, la realidad es que todos confluyen en Madrid, «rompeolas de todas las Españas», aunque, sentimental y culturalmente, deberían finalizar, como desde hace siglos, en Santiago de Compostela; y es que, cuando la gente era seria y su máxima preocupación consistía en poder llegar a gozar del Cielo después de muertos, uno de los atajos para lograrlo consistía en postrarse en la iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, o en la tumba del Apóstol Pedro, en Roma, o en la de Santiago el Mayor, en Compostela. Si lograbas llegar a cualquiera de estos lugares, ganabas la «indulgencia plenaria», y todos tus pecados te eran perdonados. Como llegar a Jerusalén estaba muy complicado y sólo era una ruta apropiada para los cruzados, (verdaderos soldados de fortuna, hombres sin principios ni finales, asesinos confesos), y en Roma había un Cristo curioso, (líos entre Papas, caminos llenos de rufianes y de ladrones), la ‘grey’ francesa, alemana o inglesa, decidió que lo mejor era llegarse a Compostela para cumplir la penitencia y ganarse una emina, o dos, en el cielo de los justos. Los reyes de Navarra y de León, en seguida se dieron cuenta de que la llegada de aquella marabunta de gente era un chollo y los protegían como si fuesen los modernos turistas que nos invaden todos los veranos, y que nos dejan, en compensación, muchos dineros. Aquellos peregrinos, además del vil metal, nos trajeron su arte, cosa que nunca podremos pagarlos: el gótico de nuestra catedral entró por el Camino, por poner un ejemplo esclarecedor.
El caso es que más del noventa y cinco por ciento de los peregrinos que iban hacía Compostela lo hacían por el ‘Camino francés’, que es que nace en Roncesvalles (allí dónde Roldán fue vencido y muerto por los vascones), y termina en el ‘Campo de la Estrella’. El resto, cuatro gatos, circulaban por ‘el camino olvidado’, la ‘ruta vadinense’, ‘el camino de la ruta de la plata’ y el ‘Camino de Invierno’. Este último era el único que tenía sentido, porque se trataba de ir hacía Orense, desde Ponferrada, para librarse de subir el puerto del Cebreiro, una tortura incluso cuando hace buen tiempo, ¡no digamos lo jodido que es en invierno, con nieve y heladas! Uno se pregunta, como hombre simple que es, cuanto dinero se meten en el bolsillo todos los que apoyan el resto de caminos... Porque, seamos serios, todo este sin dios de rutas alternativas tiene como fin el acogerse a las subvenciones que aporta el Estado y la Unión Europea, y que van desde la PAC hasta lo más recóndito del folclore de cada comarca, provincia o nación... Un despilfarro, al fin y al cabo... Lo jodido del asunto es que toda esta fiesta la pagamos entre todos, incluyéndonos a ti y a mí; y no nos damos cuenta... Tengo un amigo, muy amigo, que dice que «entre todos nada es caro». ¡Hombre, no sé yo! A lo mejor es que nos hacemos los orejas ante todo este dispendio, que siempre es en beneficio de unos pocos, (los Duques de Alba, Mario Conde, la presidenta de la asociación de las ursulinas reconvertidas a mujeres de mal vivir, a los fabricantes de pitos con vilortas o al tonto del bote que quiere rodar una película de ogros sin dientes). Otro amigo, que es ganadero y sabe de lo que habla porque lo vive en primera persona del singular, dice que «todo lo que tenga subvención, perdiz muerta». Por supuesto, uno está absolutamente de acuerdo con está aseveración. Es lo mismo que toda la ‘jartá de guita’ que están dando los de la Unión a Ucrania para que nos defienda de los diablos rusos: son subvenciones estas a fondo perdido, que regalamos a unos corruptos sin preguntar quién de esos fascistas se está haciendo millonario gracias a ellas. Así nos va, así les va...
Volvamos al Camino... Un cura que ejerció en Vegas y dejó muy buen recuerdo, Don Antonio, una tarde de primavera le espetó a un amigo que «el Camino de Santiago pasaba por la ermita de Villasfrías» y se quedó tan ancho. ¡Hombre!, desviarse dieciséis kilómetros para rezar una Salve a las imágenes de las vírgenes de Vegas y de Villanueva no creo que les mereciera la pena a los caminantes...; es como admitir pulpo como animal de compañía, o, lo más seguro, hacer cierto y verdad aquello de «quién no se consuela es porque no quiere». El Camino empieza, como dije, en Roncesvalles y termina en Compostela. Todo lo más, podemos añadir el trozo que, desde Santiago, lleva a San Andrés de Teixido, lugar espectacular, increíble en su belleza, que, según la tradición, acogió los restos del Apóstol, hermano de Pedro, que los más de sus fieles trasladaron desde Patrás, Grecia, dónde fue crucificado en una cruz en forma de X. El asunto es que San Andrés de Teixido alberga una ermita preciosa en su modestia, a la que acuden, por miles, los gallegos. El dicho, muy conocido por la obra de Fernández Flórez, «El bosque animado», reza que «va de muerto el que no va de vivo», como le sucedió a Fiz de Cotovelo, el alma errante de la fraga de Cécebre y que jodía al pobre Fendetestas porque estaba dándole la turra toda la noche, impidiéndole realizar su oficio de bandido. Si no lo habéis leído y no querréis cometer un pecado mortal, hacerlo, por favor. Entenderéis qué es Galicia, cómo es Galicia y su Camino. Salud y anarquía.