Cuándo lo que sucede a mi alrededor hace que me sienta cansado, desilusionado o harto (jarto, como dicen los andaluces, mucho más musical, ¡dónde va a parar!), y no me negaréis que estos días me sobran los motivos, tengo la buena costumbre de encerrarme en los libros de mis autores favoritos, sobre todo en Orwell y en Francisco García Pavón: uno me hace pensar, lo que es muy importante, y el otro me hace sonreír y añorar los tiempos de mi niñez, cuándo los pueblos, incluido Tomelloso, eran pueblos como Dios manda.
Mi otra válvula de escape, ante el caos en que se ha convertido el mundo, es dar un paseo por el cielo; hablo, ¡claro!, metafóricamente; a lo que me refiero es a volver a andar los caminos de esta provincia, León, en la que he tenido la inmensa suerte de nacer. Para los despistados van algunos datos: León es la provincia, comuna, óblast, departamento o cualquier otra división territorial que los hombres hayan inventado, con 6 reservas de la biosfera, la mayor concentración del mundo, todas espectaculares: Picos de Europa, los Ancares, los Argüellos, los valles de Laciana y Babia, Omaña y Luna y el alto Bernesga. Además tenemos la suerte de que estén aquí los Monumentos Naturales del Lago de la Baña, en Encinedo, el Lago Truchillas, en Truchas y las Médulas, que también es reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Aunque estoy absolutamente de acuerdo, a mi me faltan algunos, bastantes, que chirrían por su falta de reconocimiento: el Pinar de Lillo, allí dónde nace el Porma, El Lago Ausente, el Valle de Riosol, dónde nace el Esla, el Valle del Silencio, pegando a Ponferrada o la ‘Costa del Adobe’, que incluye los pueblos de la parte baja de los río Cea y Valderaduey. Hablando de estos últimos, si vais a visitarlos os parecerá que estáis en Nuevo México, en los pueblos de Taos, estos si reconocidos por todos como una pasada, llegando a clasificarlos como maravilla del mundo moderno. No exagero nada en absoluto, os lo juro, por lo que sería una muy buena idea que os dieseis una vuelta para gozar, acabando en Sahagún, que está al lado, para daros un homenaje, como hacían los peregrinos medievales del Camino Francés. En la Villa, encontraban solaz y descanso, después de haber logrado superar la estepa castellana, una epopeya. Sahagún presumía, en aquellos tiempos pretéritos, además de las iglesias de La Peregrina, de San Benito o de Santo Tirso, de tener las mejores tabernas del camino, de las mejores putas de España, sobre todo moras, y de timbas que no tenían nada que envidiar a las de la Vegas de Nevada, la de los casinos y la mafia, y que seguro que fue fundada por un muerto de hambre de Vegas, León, que había ido a buscarse la vida a las Américas. Eso sí: si miráis por vuestra salud física, sería muy recomendable que vayáis en otoño o en invierno, que tiene tanto encanto como hacerlo en verano pero sin el calor agobiante.
En estos días caen del cielo ‘las lágrimas de San Lorenzo’. En ningún otro lugar las podréis observar mejor que aquí: el horizonte es eterno, como el de un océano, la cúpula celeste está limpia, como un espejo recién pulido y abrillantado, por lo que se dan las condiciones idóneas para ver caer las ‘lágrimas’ sin ningún obstáculo natural o artificial. Cuando nos visitó por última vez el famoso cometa ‘Helley’, el que traía desgracias sin cuento al mundo según los medievales, venía de Burgos de noche y tuve la suerte de verlo durante casi cien kilómetros. No soy tan buen juntaletras como para contaros lo que sentí durante esa hora de mi vida. Lo que sí tengo claro es que fue un espectáculo inenarrable y en ningún lugar del camino lo pude ver mejor que cuando pasé por Sahagún y los pueblos que os estoy describiendo. Me parecía que podía tocar su cola sólo con sacar la mano por la ventanilla del coche. Quiero deciros, en suma, que esta zona de la provincia bien merece una mayor atención de los políticos y de nosotros, sus vecinos, que para sus naturales parece que viviésemos en Marte.
Reirero: sino soportais todas las mierdas que estos días ocurren en España y en el mundo (y hay que tenerlos cuadrados para hacerlo), salid de casa de buena mañana, agarrad el coche y conducir a cualquier punto cardinal de la provincia. De levante a poniente, de meridión a septentrión, hallaréis excusas de sobra para seguir viviendo; cogeréis ‘gasolina’ para aguantar el ‘otoño caliente’ que se nos avecina, para no desesperaros, porque esta gentuza, los políticos, nos bombardearán con teorías indescifrables, sin pies ni cabeza y las querrán imponer. Algo sabemos en España del asunto… para nuestra desgracia. Como dijo Orwell una vez: «hay tonterías que un subnormal es incapaz de sostener. Para hacerlo, hay que ser un intelectual». Pues eso. Salud y anarquía.