La verbena continúa en el Partido Popular de León. La trompetería no descansa y atora los oídos. Los machaca. No cesa la bronca. Lo que les pareció a las mentes pensantes de la bandada de gaviotas una simple y controlada fogata, se ha ido convirtiendo en un incendio de imprevisibles consecuencias. Y lo malo de la situación es que, desde el principio y con nombre propio, estaban advertidos de la proximidad de la gasolina como acelerante.
La que fuera candidata a la alcaldía de la capital leonesa, hoy en clara rebeldía, les salió rana desde el minuto uno. Y cantado estaba hasta desde la balconada del coro de los tontos. Más pronto que tarde ocurriría ‘porque ella lo vale’. Y claro que ocurrió. En el primer pleno ordinario de hace unos días volvió a asomar la patita. Hasta el corvejón. No se contuvo. Eso de que le depusieran como portavoz municipal en favor del número dos de la candidatura, el ex procurador David Fernández, le abrió en canal. A ella y a los tres acólitos que la secundan. El objetivo era seguir escandalizando a la opinión pública y menospreciar al partido. Tarea cumplida.
En el fondo –y en la superficie– la culpa no la tiene la candidata fallida. En política hay que saber con quién juegas la partida y en caso de duda es mejor no subir la apuesta. Y la presidenta del partido, la flamante diputada Ester Muñoz, lo hizo. Subió la apuesta y se le esfumó el resto. Ahora le queda recurrir al pagaré y a ver qué pasa. Saber hasta dónde le firman el crédito, si es que se lo pueden cubrir. La revolución, y lo sabe, llama a la puerta del Paseo de Salamanca.
Pero la alcaldable arrasada cree tener una bala en la recámara. Depende de lo que ocurra en la Diputación –más bien en cómo se conforme al final el grupo ‘popular’– podría sacar la cabeza por encima de la barandilla. Eso cree. El partido se rige por unas normas y lo que ella entiende como valedor y ¿padrino? –el alcalde de Almanza– no se va a meter en más berenjenales que los justos. Javier Santiago Vélez apunta a todo en el Palacio de los Guzmanes y ese ‘todo’ tiene límites. Cuentan que él fue quien, entre otros, estuvo detrás del nombramiento de la pretendiente a alcaldesa. Es posible. En el Partido Popular cualquier cosa es posible. Pero fuera de él, a la vera del Bernesga, suele hacer frío. Es de catón.
Ocurra lo que ocurra –o lo que no ocurra, que viene a ser lo mismo– el PP podría acabar como un erial de la España vacía (o vaciada), pese a los buenos resultados obtenidos en las recientes generales. El partido no está para ruidos y mucho menos para soportar cañonazos desde dentro. Ya se sabe, cuerpo a tierra, que vienen los nuestros. Y parodiando al conde de Romanones y más cercano en el tiempo al propio Mariano Rajoy, ¡joder, qué tropa!