En la actualidad la sociedad se mueve en un registro amplio de hedonismo, placer y complacencia.
¿Quizás es que se ha conseguido casi tocar el nirvana social? ¿Quizás, los muñidores políticos y amasadores de fortunas y beneplácitos han conseguido la fórmula del verdadero desarrollo y bienestar?
Ojalá pudiéramos dar una contestación afirmativa a ese planteamiento perseguido desde tiempos inmemoriales hasta el presente, pero creemos que aún falta un buen trecho. Lo peor del caso es que las inteligencias mínimas del populismo actual no aciertan a dar con la tecla que les permita dirigir para siempre la sinfónica del sectarismo inclusivo, feminista extremo y la política troceada.
Crítico viene del latín ‘criticus’, es decir, perteneciente o relativo a la crítica ; también relativo a crisis. Cuando se ejerce una opinión sobre algo, esa persona ejerce la crítica y es un profesional que expone su opinión de forma pública sobre una obra, espectáculo o suceso.
Dicho lo cual, estamos en condiciones de afirmar que una sociedad se sostiene viva y operativa cuando sus ciudadanos ejercen las opiniones sobre sucesos y hechos acaecidos en la sociedad en que viven de forma objetiva, activa y seria, para lo cual se requiere una formación humana en valores y un sedimento cultural adecuado, además de un equilibrio humano que permita el respeto del discrepante y con serenidad en la interlocución y el debate.
Todo ello debidamente sincronizado es lo que impulsa a un pueblo para su desarrollo, ofrece un relevo generacional firme y sólido, sin aventuras ni sobresaltos, y un futuro esperanzador.
Por otra parte existe una gran masa de gentes que sólo se movilizan ante los posibles puentes, fiestas y vacaciones, saliendo como si huyeran de la quema, en una manifestación de carruajes de época para inundar las playas de chiringuitos, sombrillas y cuerpos bien alimentados, flotando en el agua o rebozándose en las arenas de zonas indebidamente urbanizadas.
Mientras tanto, los muñidores del descalabro social disfrutan de sus mansiones pagadas por el erario y deshaciendo el entramado que podrían mantener la sociedad cohesionada y en la línea del verdadero progreso.
De esta suerte unos pocos se hacen con las riendas de ese poder mítico que sólo algunos suelen degustar hasta que se embriagan en él y sienten los lazos de la ansiedad personal y la depresión política, haciendo bueno aquello de que «al que hierro mata, a hierro muere», siendo pasto de la misma ambición y soberbia que ellos sembraron, no dejando en su derredor nada más que víctimas insatisfechas y ansiosas.
Todo un panorama desagradable para pueblos y naciones que pretenden estar en la elite.
Los jóvenes, sobre todo, deberían estar ojo avizor, porque en definitiva son los que deben demostrar que reciben el testigo de forma segura y mostrarlo a la siguiente generación con resultados positivos, pero al paso que vamos seguramente lo que heredarán algunos será un inmenso erial o páramo, si no un inmenso festival al estilo veraniego.