Hace cuatro años le vi en Valencia, en el Palau de les Arts. El diario Las Provincias le hacía un homenaje bien merecido. Juan Genovés dijo unas palabras desde el escenario. Palabras cargadas de luz que pronunciaba un hombre octogenario pero en cuyo rostro aún brillaba la eterna juventud de la creatividad; la cercanía y la sencillez. A Genovés le conocemos por su célebre cuadro ‘El abrazo’, que ha quedado como el gran símbolo artístico de la transición. De aquel tiempo de esperanza, de enormes dificultades, de un ejército golpista y de un régimen caduco pero todavía fiero.
Muchas copias del cuadro del artista valenciano estaban en los cuartos de los estudiantes, en los bufetes de los abogados progresistas, en las casas de los intelectuales. En tantas partes… Porque aquel cuadro era un perfecto resumen de la sociedad española de entonces. La que soñaba con la libertad, la que luchaba por ella.
La obra de Genovés, tanto ‘El abrazo’ como el resto de su fecunda mirada al mundo, es original y solidaria. Cabría decir que forma parte de lo más hermoso y fraterno de nuestro arte. A la vez constituye un contraste poco halagüeño con los tiempos actuales. El propio Juan Genovés, en aquel acto del Palau de les Arts de Valencia lo dio a entender. Al hablar de su amor por una España que fuera un permanente reencuentro entre los españoles. Lo que había sido durante la transición. El cuadro ‘el abrazo’ ilustraba un emotivo y anhelado momento. Pero no anticipó una reconciliación leal y plena. Porque tiempos después de la transición, empezó a desarrollarse la hidra de la división entre los españoles. La que nos ha conducido por una pendiente de inesperadas insidias y de crecientes y artificiales odios, a la actualidad.
Los últimos quince años han sido los del desencuentro. Los del injusto desprecio por la labor de la transición, aquel momento histórico que convirtió a una España autoritaria, vulgar e injusta en una democracia de corte europeo; en un país alegre, optimista y desacomplejado. Ese país que sufre ahora dos calamidades públicas: el populismo nacionalista –esa deplorable escuela de discordia–, y el populismo de extrema izquierda, demagógica expresión del odio y la incompetencia a partes iguales.
Genovés, con su cuadro, nos reitera después de su muerte su mensaje: hay que luchar por la armonía, por el respeto, por la libertad. Lo mismo ahora que hace cincuenta años. Ahora y siempre el abrazo. Para que el país no siga por la senda del odio. Ya estuvo bien.
Juan Genovés
17/05/2020
Actualizado a
17/05/2020
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