02/06/2024
 Actualizado a 02/06/2024
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El 3 de junio de este año cúmplese el centenario de la muerte de Franz Kafka (en checo kavka, ‘grajo’, 1883-1924). Praga le vio nacer creciendo en el seno de una familia judía con frecuentes problemas económicos, aunque provenía por parte de madre de otra mucho más adinerada que la paterna. Su ‘tío de Madrid’, Alfred Löwy –muerto un año antes que él–, fue director de la Compañía de Explotación de los Ferrocarriles de Madrid a Cáceres y Portugal y del Oeste de España. Kafka estuvo una temporada aprendiendo español con el deseo de trasladarse a la capital de España, lo que influyó seguramente en los relatos que escribió más tarde sobre Don Quijote y Sancho Panza. 

Una tuberculosis diagnosticada en 1917 afectó a Kafka el resto de su vida, obligándole hasta su muerte a trabajos administrativos. La aburrida vida de oficinista, así como la complicada relación con su padre, le llevaría a tocar temas relacionados con el absurdo de la autoridad y sus mecanismos. Solamente algunos retazos de su obra literaria fueron publicados en vida. Gracias a Max Brod, un compañero de estudios de derecho que se convirtió en su mejor amigo, la mayor parte de ella se salvó contra el deseo de Kafka de destruirla (vid. Max Brod, ‘Franz Kafka-Eine Biographie’, trad. española, Emecé Editores, Buenos Aires, 1951).

Probablemente, si su andadura vital hubiera alcanzado la Segunda Guerra mundial, el destino de Kafka como judío burgués habría sido tan trágico como el de sus tres hermanas, hipocorísticamente ‘Elli’, ‘Valli’ y ‘Ottla’, quienes perecieron en las cámaras de gas de distintos campos de exterminio nazi. Kafka sentía especial entusiasmo por el socialismo y el ateísmo. Algunos han visto en él una influencia marxista en la satirización de la burocracia. Otros ven en su obra una tendencia anarquista en el individualismo antiburocrático. Otros, simplemente, judaísmo y misticismo. 

La palabra más antigua que ha sido tomada de un escritor y usada como adjetivo es ‘dantesco’, referida a Dante. Inmersa en el diccionario de 1799, significa «aquello que causa espanto u horror». Respecto a lo ‘kafkiano’, a partir de 2001, según el pequeño Larousse Ilustrado, es palabra que significa «una situación inquietante por su absurdidad o carencia de lógica y que hace referencia a las novelas de Kafka». Algo casi ilógico, casi surrealista, que debe tener un componente escalofriante.

La corriente filosófica bajo el nombre de existencialismo es fundamental para entender lo que significa kafkiano. Las dos guerras mundiales llevaron a un ambiente de desilusión y pesimismo frente a los valores tradicionales, conduciendo al mundo civilizado a morir en una guerra. La sociedad comenzó entonces a preguntarse si realmente todo esfuerzo servía para algo. En ‘La metamorfosis’ (1915), por ejemplo, la reducción del hombre a una sabandija atormentada a través de un sueño monstruoso, llegaría a ser el destino literal de millones de seres humanos. La sabandija (Ungeziefer) es un golpe de clarividencia trágica, pues así designarían los nazis a millones de gaseados pocos años después. Los escritos de Kafka están caracterizados por presentar a un protagonista que debe ser legitimado por el sistema o sufrirá las abominables consecuencias de no pertenecer a él. 
La vivencia en carne propia de la aburrida y extraña vida como burócrata ha propiciado que los personajes kafkianos nunca sean legitimados por la autoridad, dado que viven en el absurdo de la sociedad de principios del siglo XX, una sociedad que culpabilizaba a todo aquel que se pronunciaba contra ella.

 

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