Cada vez que utilizamos un emoticono en lugar de una palabra, un ángel pierde las plumas de sus alas. Cada vez que cambiamos un «te quiero» por el dibujo de un corazón rojo o, por comodidad, enviamos la imagen de un pulgar levantado en lugar de escribir «allí estaré, en el lugar y a la hora de la cita», abren una nueva tumba en el cementerio de palabras, de lo humano.
Muere lo humano, morimos un poco como seres humanos cuando damos el pésame con un mensaje en el que apenas cabe la compañía en el dolor, ni siquiera llamamos; morimos un poco como civilizados cada vez que felicitamos el cumpleaños con diminutas imágenes de artículos de cotillón, gorros y matasuegras, mísero trasunto de la auténtica alegría, en lugar de cantarle ‘las mañanitas’ al felicitado. Morimos cuando nos alejamos de aquellos a quienes queremos y no frecuentamos a los amigos, cuando nos ausentamos y pretendemos sustituir nuestra presencia con unos pocos dibujitos troquelados. Nos empeñamos en enseñar a las modernas máquinas y a las artificiales inteligencias a ser humanas, empáticas y éticas, al tiempo que nosotros nos vamos olvidando de ser aquello que éramos, que todavía somos.
Porque todavía hay esperanza. Cuanta más oscuridad más necesidad tenemos de la luz. El mundo se está oscureciendo y no sólo por la guerra y la inflación. Hasta donde yo sé no ha subido el precio de las palabras ni son más caros los amigos, sin embargo, parece que escasean. Y palabras y amigos son la salvación del mundo, del nuestro, de nuestra dignidad. Todavía hay esperanza. Dice Epicuro, filósofo amable: «La amistad hace su ronda alrededor del mundo y, como un heraldo, nos convoca a todos a que nos despertemos para la felicidad». Epicuro es el filósofo del amigo, cree en el amigo, sabe que sin amigos la vida apenas es nada, por eso nos advierte de que «debemos buscar a alguien con quien comer y beber, antes de buscar algo que comer y beber, pues comer solo es llevar la vida de un león o de un lobo».
Esto lo ha comprendido muy bien mi querido Jesús. Hemos ido a Málaga y en la noche cálida hablamos de palabras. Jesús abrió su casa como pocos saben, los verdaderos sabios, de par en par.Partió su pan, el queso y el jamón y llenó nuestros vasos de vino. Jesús sabe que de nada vale todo si no tienes amigos y que no hay tiempo mejor que el vivido con ellos. Gracias, amigo.
Y la semana que viene, hablaremos de León.
La amistad hace su ronda
16/11/2022
Actualizado a
16/11/2022
Comentarios
Guardar
Lo más leído