julio-cayon-webb.jpg

La ciudadanía y Ciudadanos

16/04/2023
 Actualizado a 16/04/2023
Guardar
Cuando a alguien no le van bien las cosas se dice que le pintan bastos. A Ciudadanos –o a sus agónicos restos– le da igual que le pinten bastos, oros, copas o espadas. Ni con un danzante comodín ligaría jugada como para envidar en las próximas elecciones. El horizonte y las esperanzas, a unas semanas de batirse el cobre, se divisan cual boca de lobo. Más negras que la sotana de un viejo cura. La fuga de cargos en el conjunto de España es un drama. En León, en concreto, con las municipales como único foco electivo, tampoco se prevé la excepción de un discreto resultado que salvara los muebles. Y eso que los comicios locales suelen tener un cierto componente de proximidad, por aquello de la cercanía personal de quienes encabezan las candidaturas.

Al aspirante a alcalde por el partido en liquidación, el sacrificado y respetable Justo Fernández, que ya fuera edil del Ayuntamiento de León en 2015 y, luego, diputado nacional por unos meses –hubo generales en abril de 2019 y se repitieron en noviembre siguiente, donde ya no se rascó bola en la provincia– le ha tocado bailar con la más fea. O con la menos agraciada, para no herir susceptibilidades ñoñas. De una u otra forma las brasas lo rodean. Y pueden convertirle en pira una vez contabilizados los votos el 28 del mes de las flores. Por el contrario, su inmediata superior en el organigrama ya está en otra onda.

Y es que Gemma Villarroel, la líder más líder y más acaparadora del partido naranja –concejala, diputada provincial y presidenta de Ciudadanos en Castilla y León–, no es que, según ella, haya dado un paso a un lado, sino al frente, al asumir los galones del rimbombante cargo autonómico. En el fondo, una boutade. El ‘marrón’, para el bueno de Fernández, que si lo hubiera pensado dos veces, posiblemente habría dicho que nones. Cabe, al menos, valorar esa suposición. Por sentido común.

La jugada de Villarroel, vista en perspectiva, ha sido de una habilidad aplastante. Diríase que de libro. Que repitiese como concejala en el edificio de Ordoño II a partir de mayo lo tenía muy difícil. Igual que lo tendrá Fernández. Que volviera al salón de plenos del Palacio de los Guzmanes, imposible de toda imposibilidad… ¿Entonces? Balones fuera.

Mientras los residuos del partido se mantengan acorchados, Villarroel procurará seguir en pie y acorazarse. Cuesta perder el estatus. Cosa distinta es que la organización que fundara Albert Rivera se trastabille antes de lo previsto y se acabó lo que se daba. Cada uno para su casa. Como ya lo hizo por adelantado –devolviendo el carné de afiliada- Ana Carlota Amigo, antigua consejera de Empleo de la Junta y hoy en su puesto de trabajo habitual. Fue el anticipo del descalabro previsto en León.
Lo más leído